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Largometraje

Diario de piratas, de Álvaro Olmos

febrero 2, 2017 by Retina Latina Dejar un comentario

Lo ilegal no es necesariamente indebido desde un punto de vista moral; es una verdad pragmática que alguna vez Pascal definió con suma precisión: “Cuando la ley no es justa, la justicia pasa por encima de la ley”.

El aforismo puede resultarle inapropiado al constitucionalista ortodoxo y al fervoroso creyente en la índole universal de las leyes, pero frente al caso concreto todo se relativiza. En el momento más hermoso de Diario de piratas, un personaje dice que lo que ella y otras mujeres hacen para sobrevivir puede parecer incorrecto “a los ojos del Estado”. De inmediato, Álvaro Olmos contrapone ese dictamen con varios planos de mujeres mirando a cámara. Los rostros doblegan a los ojos; la dignidad se impone; solamente un hombre insensible puede ver a esas mujeres como delincuentes.

Por cierto, ¿a qué se dedican todas ellas? Son contrabandistas.

El camino tomado por Olmos es el acertado. Elige dos personajes muy distintos y de localidades diferentes. Yesenia, que vive en las afuera de La Paz, es muy joven, estudia para ser chef y después de trabajar en varias cosas se ha dado cuenta de que contrabandeando indumentaria puede costearse sus estudios y progresar. Virginia, que vive en Cochabamba, es ya una señora con una vida hecha. Por más de 32 años ha sido docente, pero a pesar de su antigüedad y calificación académica (tiene estudios universitarios) comprendió con el tiempo que su economía necesitaba un suplemento. Ver a una docente como contrabandista parece impensable, pero el film desmiente esa lógica y a su vez no permite jamás que se la juzgue por su elección laboral. Por otra parte, una cosa es hacer contrabando de prendas para vestir, otra cosa muy distinta es vender armas. Hay también una distinción moral que pasa por la naturaleza de las mercaderías.

Olmos se toma el trabajo de mostrar la vida de los personajes en su totalidad. Filma los traslados para acceder a los estudios de Yesenia, las clases que toma y los resultados a los que llega. También registra todo el procedimiento de su emprendimiento ilegal. Para la joven, todo es un arte: cocinar, administrar, vender, invertir. Lo mismo sucede con Virginia, a quien se la observa desde dando clases  hasta negociando con un agente aduanero en la frontera con Chile. Conocer el detalle modifica la perspectiva del análisis.

El registro es autónomo. Los actos cotidianos y laborales se observan, mientras que la voz en off de las protagonistas se escucha. En ese sentido, se trata de un diario indirecto, en tono confesional, en el que se percibe un punto de vista y que a su vez se contextualiza plano tras plano. Olmos es meticuloso: sus personajes pertenecen a un universo simbólico y a su vez están en relación con un orden que los incluye y excede. Desde un inicio, el deseo de hallar un encuadre justo y preciso es identificable. Un buen ejemplo son las contundentes panorámicas iniciales: la figura de Yesenia regresando a su casa permite visionar un territorio y un hábitat propios de una clase social. He aquí una forma de mostrar sin decir.

Hermosa y desafiante película la de Olmos, cuya obra sigue creciendo desde entonces. Antes fue San Antonio, después Matrimonio Aymara. Pronto habrá de estrenar El viaje de Siusane. Es una figura emergente del cine boliviano que vale tener en cuenta, como Kiro Russo y Martín Boulocq.

Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Reseña Etiquetado con:DOCTV, Largometraje

De(s)amparo, polifonia familiar, de Gustavo Fernández

diciembre 14, 2016 by Retina Latina 1 comentario

Bastante tiempo antes de la popularización de las cámaras digitales y de los documentales familiares y autobiográficos que surgieron a partir de esa democratización de la tecnología, Gustavo Fernández dirigió De(s)amparo, polifonía familiar. El rodaje se realizó entre 1999 y 2002 y la película se estrenó en 2004. A lo largo de una hora y media, el realizador filma a su familia dispersa por el mundo, viajes y entrevistas en las cuales intenta reconstruir el pasado de todos ellos en Colombia a través de experiencias, comentarios, fragmentos de vida y las reflexiones de un grupo de hermanos que tiene en común -además del exilio de varios de ellos en Europa- la ausencia de su madre, asesinada en Medellín de una manera inesperada y violenta.

El punto de partida del film es un viaje del realizador –que estudió cine en Europa– de regreso a Colombia para reencontrarse con su padre quince años después de la muerte de su madre y entrevistarlo. Los seis hermanos, distanciados entre sí por distintas circunstancias (geográficas más que emocionales), aportan también su mirada a la compleja situación familiar que, a partir de esa muerte, dispara la reflexión sobre otros secretos y cosas que se ocultan unos a otros y entre generaciones.

Con mecanismos que hoy son más comunes en el cine –voz en off en primera persona, cámara en mano, presencia del realizador en cámara, entrevistas íntimas e imágenes familiares de la vida cotidiana–, el film de Fernández se sumó tempranamente a un subgénero dentro del documental que, en ese país, tenía hasta entonces pocos antecedentes. Sobre el final de la película, se suma otra tragedia familiar que parece dejar en claro que el ciclo de violencia no es algo que haya quedado en el pasado.

Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Reseña Etiquetado con:Cine colombiano, Largometraje, Película colombiana

El milagro de sal, de Luis Moya Sarmiento

octubre 26, 2016 by Retina Latina 1 comentario

Estrenada en el Festival de San Sebastián de 1958, esta película de Luis Moya Sarmiento (nacido en México en 1907 y fallecido en Colombia en 1966) es un drama social que se concentra en una época (1932) y en un lugar (los hechos transcurren en una mina de sal en plena montaña) del que pocos registros audiovisuales hay. Por eso, más allá de sus valores artísticos (que los tiene), la recuperación de este tipo de films constituye un paso fundamental en la preservación no sólo del acervo cinematográfico sino incluso de la memoria de un país y una región.

La película arranca con un periodista del diario Imparcial de Bogotá que -buscando temas para su siguiente columna- recuerda el caso de una tragedia ocurrida en los socavones en 1932. Tras investigar los sucesos, viaja al lugar para entrevistar a uno de los pocos sobrevivientes de la explosión que mantuvo incomunicados durante varios días a los mineros (hay algo del reciente film Los 33 -y del caso de los trabajadores chilenos- en esa vieja historia).

Más allá del uso didáctico de la voz en off (a cargo de Enrique Pontón) o de la inocente subtrama de la historia de amor entre Andrés y Clara (una forma de “compensar” la dureza del resto del relato), este melodrama tiene elementos que remiten al neorrealismo italiano (se trabajó con actores no profesionales) y al cine social con una mirada nada complaciente sobre las duras condiciones de trabajo en las minas, la precaria seguridad y los riesgos del alcoholismo y de las bajezas de algunos personajes. Por otra parte, claro, está la valentía y la hidalguía de muchos otros a la hora de enfrentar situaciones extremas.

Con su espíritu edificador, su fuerte carga moral, su presentación de la tragedia, pero también de los aspectos milagrosos del caso, la película de Moya Sarmiento surge, sin dudas, como un clásico insoslayable del cine colombiano y latinoamericano de la década de 1950.

Por Diego Batlle, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Reseña Etiquetado con:Colombia, Día del patrimonio audiovisual, Ficción, Largometraje

Y si te vi, no me acuerdo, de Miguel Barreda-Delgado



octubre 20, 2016 by Retina Latina Dejar un comentario

Un caso bastante curioso de distribución tardía es el de Y si te vi, no me acuerdo, la ópera prima del realizador peruano Miguel Barreda-Delgado. Realizada en 1999 y terminada para el 2001, la película pasó por varios festivales en los que incluso recibió premios, pero recién pudo estrenarse comercialmente en Perú diez años después, en 2011. El problema fue que el largometraje se grabó en formato DigiBeta y, al no conseguir dinero para una ampliación a 35mm., quedó fuera de toda circulación comercial. Ese dinero se obtuvo en un concurso de postproducción en 2009 y, a partir de entonces, el film sí llegó a las salas.

Y si te vi, no me acuerdo es una road movie sobre dos personajes que se cruzan a partir de vivir dificultosas situaciones personales en Lima. “Lagartija” (Miguel Iza) vive en Europa desde hace muchos años y vuelve debido a la muerte de su padre, pero una vez en la capital se ve envuelto en diversos problemas. Parecidos conflictos vive Eva (Marisol Palacios), quien discute fuertemente con sus familiares y decide irse a Arequipa, mismo lugar al que va él. En el viaje se cruzan y, tras una inicial desconfianza, terminan involucrándose en aventuras que incluyen a un alemán que está allí viajando para retornar a sus orígenes una ofrenda inca.

Con un estilo ágil la película mezcla elementos de drama, comedia, policial, romance y aventuras, todo lo que define a una road movie clásica de dos seres que, en medio de interminables problemas ligados especialmente a las tensiones sociales y económicas del Perú de esa época, terminan encontrándose -al menos- el uno con el otro.

Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Reseña Etiquetado con:Largometraje, Perú, Road Movie

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