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Guerra

Querido Camilo, de Daniel Ross Mix

mayo 13, 2016 by Retina Latina Dejar un comentario

Camilo Mejía nació en Honduras, vivió un par de años en Costa Rica y se radicó luego en Miami. Hijo de Carlos Mejía Godoy (emblemático cantante de la Revolución Sandinista), sorprendió a su familia cuando decidió incorporarse al ejército de los Estados Unidos. Tras un duro entrenamiento en infantería, fue enviado a combatir en Irak, donde sufrió los rigores de la guerra. Tras unas breves vacaciones, fue convocado para un segundo turno en ese destino, pero se negó a soportar otra vez los excesos y miserias que ya había padecido y se declaró objetor de conciencia. Tras un tiempo en la clandestinidad, convocó a los medios de comunicación y se entregó. Las Fuerzas Armadas norteamericanas lo llevaron ante una corte marcial, donde fue sentenciado a un año de prisión por desertor.

El director Daniel Ross Mix fue compañero de secundaria de Camilo Mejía durante la estancia de éste en San José de Costa Rica. Cuando el protagonista se radicó en los Estados Unidos siguieron en contacto por un tiempo, pero luego el realizador de Por así decirlo, Paso a paso y Juímolos se enteró del caso por los noticieros de televisión.

Más allá del tono intimista que tiene la película por la relación entre ambos (de ahí el título), la película no sólo reconstruye el caso y la historia familiar de Camilo (incluido un segmento ligado a su padre y a la Revolución Sandinista) sino que además registra cómo se convirtió en un referente del movimiento pacifista, un líder para todos aquellos (latinos o no) que se oponen a las intervenciones armadas estadounidenses y denuncian los abusos a que son sometidos los soldados enviados al exterior en operaciones militares. “Fui un instrumento de guerra, ahora soy un instrumento de paz”, dice el activista y héroe del film.

La película también expone la situación de muchos latinos que son reclutados por el ejército con generosas ofertas económicas y la promesa de un futuro universitario (si es que vuelven indemnes del frente, claro). En ese sentido, Camilo Mejía denuncia el terror que imponen los superiores: los soldados tienen más miedo de lo que les pueda hacer el ejército que a la propia guerra, indica el protagonista y da ejemplos al respecto.

Así, este documental realizado en el marco del programa DOCTV Latinoamérica resulta una conmovedora historia de vida, un descarnado retrato sobre los pecados de la guerra y un cuestionamiento a la industria montada a su alrededor, que tiene como víctimas principales a los sectores más desfavorecidos de la sociedad estadounidense y, claro, a los civiles que luego sufren los ataques en zonas de conflicto como Irak.

Por Diego Batlle, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Reseña Etiquetado con:Ejército, Fuerzas armadas, Guerra, Irak, Movimiento pacifista, Revolución sandinista

El páramo, de Jaime Osorio Márquez

abril 13, 2016 by Retina Latina Dejar un comentario

La guerra es de por sí el horror en su mayor expresión. En la ópera prima de Márquez, ese horror inmanente tiene un plus trascendente sostenido en un difuso llamamiento a la superstición. El horror que interesa al film es de otra naturaleza. Es por eso que la enunciación del terrorismo es apenas un concepto que engloba y explica la misión que tiene una unidad militar que deambula por las sierras. Los terroristas les pueden parecer hijos del demonio, pero lo demoníaco es aquí otra cosa. En algún momento uno de los soldados dirá que todos son terroristas, declaración lateral que pretende asentar una posición sobre el conflicto armado.

Más allá de esa aseveración consciente, no hay en El páramo ningún esfuerzo por esclarecer el contexto histórico y político del enfrentamiento, y a medida que avance la trama el tono del film abandonará la inestabilidad racional que produce la guerra en los combatientes y la sustituirá por un temor metafísico que poco tiene que ver con el combate; es justamente la función que cumple la aparición de una mujer, tal vez guerrillera, pero quizás también, o sobre todo, una bruja. Ambas nominaciones pueden parecer yuxtapuestas según la perspectiva con que se evalúe el rol de esa enigmática presencia femenina que jamás emite una palabra y luce endemoniada, como si fuera un monstruo venido de otro mundo. Lo que está claro es que los soldados la temen; en pocos minutos, el relato les dará la razón.

Lo más interesante de El páramo reside en su registro general y en la apropiación estética de la locación elegida. La niebla que a menudo tiñe el paisaje acentúa la abstracción del horror buscado, cuya naturaleza nunca se devela del todo. He aquí el principal acierto del film, que al mantener la indeterminación sobre qué es exactamente lo que aterroriza a los soldados puede obtener algunos efectos deseados del género de terror. El páramo parece una película de guerra, pero su filiación remite a aquel género.

La omnipresente banda de sonido como guía e intrusión permanente con fines didácticos para significar unívocamente lo que la lógica visual expone con ostensible evidencia, más algunas licencias narrativas que subrayan los horrores de la guerra, no están a la altura de varias decisiones formales de encuadre y del esfuerzo por mantener la indeterminación del origen del horror principal con el que trabaja la película. Aciertos indiscutibles son la forma con la que Márquez destaca las distintas procedencias sociales de la tropa y aquellos pasajes que comunican con un gesto la vulnerabilidad de los hombres uniformados en el campo de batalla.

Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Reseña Etiquetado con:Brujas, Enfrentamiento, Guerra, Terror

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