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Las posibilidades de la ficción

19

Ago
2022

"Las ficciones de Pereda están habitadas, entonces, por un diálogo constante con lo real, o mejor, con lo pre existente. Adapta de manera lúdica elementos “documentales” y, mezclándolos con la ficción, los vuelve motor de sus películas".

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Por: Paloma Rincón

Las lecciones de cine latinoamericano dan inicio con el director méxico-canadiense Nicolás Pereda. Su prolífica carrera -más de una decena de películas entre el 2007 y la actualidad- constituye una excepción en nuestra región, en donde aún es poco habitual una producción cinematográfica sostenida. Pereda trabaja y experimenta con gran libertad valiéndose de temas, personas, lugares e historias presentes en su entorno, apropiándose así de formas de realización más accesibles.

Las ficciones de Pereda están habitadas, entonces, por un diálogo constante con lo real, o mejor, con lo pre existente. Adapta de manera lúdica elementos “documentales” y, mezclándolos con la ficción, los vuelve motor  de sus películas. En ellas encontramos una fascinación por personajes y situaciones del cotidiano, retratos de vidas corrientes construidos a través de narrativas poco convencionales con un sutil tono cómico. Esa forma disruptiva de observar lo “corriente” termina componiendo una reflexión y una crítica en torno a cierta idiosincrasia mexicana urbana y rural. 

Frente a estos mecanismos creativos y de producción, los espectadores nos vemos interpelados respecto a la frontera entre la ficción y el documental. En las películas de Pereda es frecuente dudar sobre lo que es “real“ y lo que está “puesto en escena”, y de allí surge una particular conquista de su cine: su obra se convierte en una suerte de investigación en torno al lenguaje cinematográfico mismo. Pereda se pregunta por el problema de la representación: ¿Qué se representa y cómo se representa?

En ese sentido, uno de los aspectos más destacables dentro de su metodología de trabajo es la colaboración casi permanente con el colectivo de artistas Lagartijas Tiradas Al Sol. En ese intercambio creativo, los actores y actrices no sólo interpretan las situaciones que Pereda ha escrito previamente, sino que las nutren con sus propias experiencias, memorias, e incluso con sus nombres y ropas. Este singular proceso, que en principio parece una forma de simplificar la producción, se convierte en una de las obsesiones creativas de Pereda.  Así como mencionó en una ocasión: “La película es una excusa para hacer un retrato de los actores. De los actores, no de los personajes. Entonces, el personaje es como un vehículo para hacer ese retrato.”

En esa especie de anarquía que surge cuando lo real irrumpe en lo ficticio, muy pocos elementos están bajo el control total de quien dirige. El único aspecto que en últimas puede determinar concretamente Pereda es el lugar de la cámara, esto es, el encuadre. Justamente son los valores de plano, el movimiento al interior del cuadro y la duración del mismo, lo que aporta otro rasgo estilístico a su cine. Pereda nos invita a escuchar y observar desde una posición muy fija y estática, y desde allí presenciar un fragmento de esa cotidianidad que él reconstruye.

Son esos fragmentos, es decir las situaciones, lo que le interesa componer con ayuda de la cámara. En una estructura narrativa más convencional, las escenas están concebidas bajo la lógica de la causa – efecto. Allí, las situaciones no se valen narrativamente por sí mismas, sino que encuentran su justificación y finalidad en los hechos previos y futuros dentro de la narración. Cuando Pereda nos indica su interés por las situaciones en sí, está oponiendo resistencia al sistema de narración clásico y nos está invitando a valorar desde otra perspectiva las acciones que se desarrollan al interior de la escena. En este caso, las situaciones sí se sostienen por ellas mismas, tienen su propia dinámica, y, sobre todo,   nos plantean una experiencia particular de la duración.  

“Quería filmar la cotidianidad del mundo”, nos comenta. Justamente, lo cotidiano está asociado con una duración especial. Aquello que la mayoría de películas narran ágilmente a partir de elipsis, en la vida cotidiana se despliega en una temporalidad muy distinta. El problema del tiempo es, entonces, central en nuestra experiencia diaria y, en ese sentido, el cine de Pereda no evade la duración, sino que la analiza y explora. 

Este cineasta nos invita  incluso a teorizar en torno al comportamiento del tiempo dentro de su cine. Pereda observa en sus propias películas cómo la percepción de la duración puede variar según ciertas condiciones. Por ejemplo, en una escena puede percibirse que las acciones transcurren velozmente, pero en realidad han sucedido de manera dilatada, a lo largo de varios minutos. La “elasticidad del tiempo” es la categoría que él mismo propone para pensar y explorar esa variabilidad de la duración dentro del lenguaje cinematográfico.

La preocupación por “contar historias” o por determinar un “conflicto central” que articule la narración de una película, pierde fuerza a medida que descubrimos las verdaderas inquietudes creativas, y prácticamente filosóficas, de este director. En ese mismo sentido, Pereda nos delata que no sólo es crítico de los métodos clásicos de escritura de guion, sino también de las ideas tradicionales en torno a la construcción de personajes. Allí,  prima la necesidad de entender psicológicamente sus rasgos y comportamiento. Sin embargo, para Pereda semejante control sobre los personajes no es de utilidad en su proceso creativo. “Me mantengo lejano a entender al personaje”, nos comenta.

Si bien los procedimientos de este cineasta escapan constantemente de las prácticas establecidas, existe un concepto que él mismo considera adecuado para clasificar y explicar su proceso creativo. Pereda concluye esta primera lección hablándonos del collage como técnica de trabajo y reflexión. Hemos mencionado al inicio cómo este cineasta se vale de lo pre existente para construir sus películas (incluso echa mano de otras obras del cine, la televisión, la literatura y la música, para incorporarlas en sus ejercicios). El collage es justamente una técnica de trabajo que une aquello que en principio no tenía relación y que, sin embargo, se encontraba disponible en nuestro entorno. Mezcla fuentes, soportes, materiales, etc., y los pone en diálogo en una sola pieza. Las películas de Pereda serían, por tanto, esa colisión de elementos heterogéneos que terminan por adquirir un sentido en su unión.

Es una fortuna para el cine latinoamericano contar con figuras tan libres y agudas como Nicolás Pereda. Esta primera lección de cine abre la puerta a la reflexión en torno a la obra de un director muy peculiar, pero sobre todo nos invita a cuestionar las prácticas hegemónicas de escritura, producción y realización cinematográficas que todavía nos determinan y que con frecuencia limitan nuestra producción creativa. Nos impregna de vitalidad una obra que, desde esta región del mundo, se arriesga a proponer categorías dentro del lenguaje cinematográfico mismo. Tanto espectadores como realizadores podemos encontrar en el cuerpo de películas de Pereda, un referente para pensar desde otra perspectiva la narración, el tiempo, la representación y la realidad.

Esta primera lección de cine latinoamericano estará disponible para todo el público a partir del 17 de agosto.

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