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Del relato individualista a la identificación colectiva

25

Ago
2022

“Estas experiencias colectivas y cooperativas oponen resistencia a aquellas estructuras de poder hegemónicas que han venido determinando quiénes tienen acceso a la enunciación y quiénes no…”

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Por: Paloma Rincón

Esta segunda sesión de las Lecciones de Cine Latinoamericano es guiada por Álvaro Adib, un antropólogo, documentalista y educador uruguayo, fundador en 2013 del colectivo interdisciplinar  La Casa del Árbol.

Este colectivo se propone articular la ciencia, el arte y la tecnología para ofrecer a la infancia herramientas de expresión, aprendizaje y empoderamiento. Es así que produce piezas audiovisuales infantiles, talleres de educación artística y actividades de formación para docentes.[1]

Tal como lo expresa el título de su charla, Del relato individualista a la identificación colectiva, el planteamiento que Adib ha desarrollado a partir de su investigación tiene como eje central la reivindicación del trabajo participativo, colectivo y comunitario. En vista de la preocupación por generar experiencias y conocimientos desde y para la comunidad, la realización audiovisual se presenta como una herramienta de gran potencial.

“¿Para qué contar historias?”, nos pregunta Adib. La invención de relatos ha sido la forma en que el ser humano ha podido dar sentido a su entorno y a su propia existencia, y es por esta razón que contar historias constituye parte esencial de la vida en comunidad. No se hace raro entonces que, en un mundo mediado por las tecnologías de la comunicación, el lenguaje audiovisual sea un vehículo para contar, y sobre todo reinventar, esos relatos que nos permiten a las sociedades contemporáneas expresarnos y comprendernos.

Sin embargo, la realización audiovisual es en la actualidad algo más que una mera herramienta de creación, expresión y comunicación. Adib nos señala con actitud crítica que la producción audiovisual “profesional” establece hoy en día estándares técnicos, creativos, organizativos, presupuestales, etc. Es necesario distinguir entre los intereses de ese sistema de producción “profesional” estandarizado, y el verdadero propósito del trabajo colectivo, participativo y comunitario al que queremos hacer referencia.

En contraposición a un aceitado modelo de negocio, o a un circuito de validación “artística” a través de premiaciones, la realización audiovisual comunitaria determina sus propias formas de organización, creación y legitimación. Allí,  la única exigencia estrictamente técnica es la de lograr que sus creaciones sean inteligibles y eficaces en aras de su transmisión dentro y fuera de la comunidad. En ese sentido, Adib nos indica cómo su trabajo ha consistido en escuchar las necesidades de las personas, capacitarlas, colaborarles técnicamente y/o producir junto a ellas.

En esa labor de capacitación, cercana a la “tutoría”, es fundamental recordar constantemente que quien cuenta la historia es la comunidad, pues es ella la que reclama su derecho a expresarse. La colaboración conceptual y técnica debe estimular la participación de todos los miembros del colectivo sin que esta mediación manipule el mensaje de lo que se está creando. Es justamente a través de un proceso participativo auténtico que la comunidad ejerce su poder de enunciación.

Tal como consigna Adib en su presentación para la lección: “Algo es participativo cuando alguien (una comunidad) que nunca tuvo el poder para decir accede al poder para hacerlo“.

Estas experiencias colectivas y cooperativas oponen resistencia a aquellas estructuras de poder hegemónicas que han venido determinando quiénes tienen acceso a la enunciación y quiénes no. En ese panorama, el trabajo con comunidades de niñas y niños es de enorme relevancia, pues la infancia compone un sector de la población históricamente malentendido, oprimido y con frecuencia violentado por un modelo de sociedad que privilegia la figura del adulto. Es el adulto, en este caso, quien monopoliza el poder de enunciación.

“…la infancia es lo otro: lo que, siempre más allá de cualquier intento de captura, inquieta la seguridad de nuestros saberes, cuestiona el poder de nuestras prácticas y abre un vacío en el que se abisma el edificio bien construido de nuestras instituciones de acogida. Pensar la infancia como algo otro es, justamente, pensar esa inquietud, ese cuestionamiento y ese vacío.” Jorge Larrosa

Adib nos invita no sólo a defender el derecho de expresión de las niñas y niños, sino a ver en esa expresión un terreno a explorar, una oportunidad para aproximarnos a otras formas organización, trabajo y conocimiento. La realización audiovisual se nos presenta una vez más como un vehículo indispensable para propiciar esos procesos de intercambio y aprendizaje colectivo con las generaciones más jóvenes.

Podría pensarse, incluso, que los niños y las niñas actualmente tienen una interacción más “participativa” en la sociedad en la medida que están familiarizados con las nuevas tecnologías. Son usuarios activos de plataformas tan masivas como YouTube. Sin embargo, a pesar de este hecho ¿Realmente están empoderados ocupando su lugar de enunciación?

La realidad, según nos indica Adib en uno de sus textos (Prácticas culturales y construcción de subjetividades), es que no: “Miles y miles de niñas y niños de nuestros países y de todo el mundo están creando contenidos audiovisuales en solitario. Guiados por su instinto y por los ideales solapados tras el imaginario del youtuber. En alto porcentaje están copiando formatos que ven en otros realizadores sin que los adultos tengamos demasiado registro o demos demasiada importancia a esta actividad.”.  

A esta desatención sobre lo que puede estar produciendo y consumiendo la infancia, se suma la colonización cultural patente en las historias y los estilos narrativos que tienden a comunicar las niñas y los niños. Esto indica que existe cierto distanciamiento con la realidad y el entorno que perciben, por lo que se hace aún más urgente acompañarles en un proceso de autodescubrimiento individual y colectivo.

Desde La Casa del Árbol, Adib nos comparte algunas líneas de trabajo en este sentido.  La agrupación se propone hacer películas con las niñas y los niños partiendo de la riqueza narrativa de sus propias experiencias vitales. Además, la escritura, el rodaje, la edición y la circulación de las creaciones, son todas etapas participativas con un potencial pedagógico.

Dentro de este esquema de trabajo el elemento articulador indispensable no es otro que el juego. Dice Adib: “El juego como mecanismo-lenguaje de exploración estética y narrativa.”.  Es esa dimensión de lo lúdico lo que desencadena, tanto en el/la infante como en el adulto, la disposición a crear, trabajar y colaborar con una apertura y una eficacia mayores. Además, la dinámica del juego pone en crisis las estructuras hegemónicas “adultas”, aquellas que justifican las valoraciones jerárquicas y los estándares de calidad.

Dice Adib: “Hacer una película (o como preferimos pensarlo, jugar a hacer películas), es un pretexto para aprender a convivir, para aprender a gestionar saberes y negociar intereses y sentidos.”

Esta iluminadora charla con Álvaro Adib bien puede considerarse un llamado a “poner los pies en la tierra”. Los colectivos que desde diferentes territorios y metodologías trabajan con sus comunidades, nos recuerdan el por qué y el para qué de la invención de relatos y de la creación participativa. Nos sacuden los prejuicios frente a la realización audiovisual “profesional” y nos invitan a consolidar una posición más crítica en torno a la defensa del derecho de expresión en las comunidades más oprimidas.

 En términos del tema que nos convoca durante estas lecciones, el Cine Latinoamericano, es interesante que Adib rememore constantemente a Georges Méliès como referente de las posibilidades lúdicas del lenguaje y el qué hacer audiovisual:

“En sus orígenes el cine tuvo mucho de juego fantástico, un territorio a medio camino entre la ciencia y la magia que cautivaba justamente por esa dualidad que daba espacio al juego y disparaba la imaginación.”

 Si el juego nos remite a los inicios del cine, estas prácticas artísticas con niñas y niños no sólo nos señalan métodos de trabajo comunitario, sino además nos insinúan un camino de regreso a aquello esencial en la creación cinematográfica: la libertad y el juego. Puede ser que en esos procesos colectivos, participativos y comunitarios haya algunas pautas para el desarrollo de un gran potencial en nuestro cine.

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[1] En su plataforma virtual podemos encontrar las producciones audiovisuales, así como algunos textos que recogen sus investigaciones en este campo: https://lacasadelarbol.uy/index.php

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