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Acercar el cine a la gente y la gente al cine

1

Sep
2022

"Tanto quienes quieren participar de la realización, como quienes luego serán espectadores, son receptivos al lenguaje cinematográfico si se les proponen temas y narraciones que los involucren. Esto redunda además, y sobre todo, en un proceso de reflexión en torno a la identidad misma, fortaleciendo los lazos sociales."

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Por: Paloma Rincón

La tercera sesión de las Lecciones de Cine Latinoamericano da continuidad a la reflexión en torno al cine comunitario. Esta vez tenemos oportunidad de escuchar a la productora (1)  y actriz Isabel Rodas, quien nos conduce por el proceso de co-creación del laboratorio de formación cinematográfica Encuentros con el cine (2).

Este laboratorio, fundado por Rodas y Gabriel Páez,  es una cadena de formación, producción y distribución que propone un intenso diálogo entre la realización audiovisual y el trabajo comunitario, generando obras cinematográficas de calidad desde y para la gente, acercando el cine a territorios ecuatorianos marginados de la producción cultural.

Rodas, junto a los demás colaboradores, ha creado un esquema de trabajo participativo donde los jóvenes habitantes de las regiones descubren el potencial narrativo y estético de sus propias experiencias vitales, así como de los relatos ancestrales que ellos mismos recogen a través del diálogo con sus abuelos y abuelas.  Este proceso se desarrolla al interior de una escuela itinerante que, como veremos, propone un singular método de creación colectiva, como también un modelo de producción.

El recorrido por el territorio ecuatoriano responde al deseo de conocer sus dinámicas y problemáticas sociales, y esto redunda en un cuestionamiento constante por la existencia de una identidad colectiva en las regiones. Es así que el trabajo de este laboratorio potencia procesos de descubrimiento y construcción de identidad entre los habitantes.

Por otra parte, Rodas nos explica cómo esta iniciativa comunitaria está también motivada por una pregunta frente al cine ecuatoriano mismo: ¿Por qué el espectador ecuatoriano no está interesado por el cine nacional?

Esta interrogante encierra un planteamiento que en principio parece incuestionable, pues en la gran mayoría de países latinoamericanos prevalece la apatía respecto al cine hecho en nuestros territorios. Sin embargo, Rodas descubre en tal planteamiento un profundo prejuicio que puede ser superado y que da en parte sentido a su charla: “Cine con identidad: acercar el cine a la gente y la gente al cine”.

La exposición de este largo proceso de trabajo y aprendizaje se da a través de una narración personal, detallada y cronológica, transitando por cada una de las tres ediciones de Encuentros con el Cine, realizadas en las regiones Costa y Sierra ecuatorianas.

Primer laboratorio: Santa Elena en bus (2012)

Un mágico viaje en bus a través de mitos, leyendas y tradiciones. Un día en la vida de Severino, joven conductor de bus que encontrará en su recorrido más de un contratiempo que le impida llegar a su destino final. Cuatro historias que se entrelazan en un maravilloso viaje al corazón de Santa Elena, sus paradisiacos paisajes y su rica historia. Luego de una acelerada carrera donde la muerte está siempre a la vuelta de la esquina, descubriremos con humor, drama y un toque de misterio, que al final del día solo queda el amor.

Este proceso comienza cuando Isabel Rodas y Gabriel Páez deciden mudarse a la provincia de Santa Elena, en la costa ecuatoriana, y allí llevar a cabo su sueño de realizar una película. Curiosamente, esta provincia era para entonces la más joven del Ecuador; tan sólo tres años antes había sido designada como tal. De manera que la exploración cinematográfica de la pareja se cruzaba con la pregunta por la identidad colectiva que enfrentaba la joven provincia.

El objetivo que se trazaron Rodas y Páez fue el de realizar un largometraje de ficción que pudiera difundirse a través de festivales y salas de cine. Con esto en mente, desarrollaron una serie de talleres de cine y actuación para la comunidad, a través de los cuales lograron escribir su proyecto cinematográfico después de 4 años de trabajo en el territorio.

Contando con un pequeño estímulo económico, y la colaboración voluntaria de varios de sus colegas, este primer largometraje logró ser realizado con la participación de 4 comunidades distintas de la provincia, 49 habitantes de la región entre los 14 y 41 años, y, durante el proceso de rodaje, 500 colaboradores peninsulares.

Las historias que se desarrollan en la película son todas co-escritas por los jóvenes de la provincia, quienes, a su vez, conversaron previamente con sus abuelos y abuelas con el fin de incorporar mitos y leyendas que nutrieran el imaginario en torno a su territorio.

Para sorpresa de Rodas y Páez, esta pieza cinematográfica terminó siendo acogida por las propias autoridades de Santa Elena, considerándola una herramienta dentro del fortalecimiento de la identidad regional. De tal forma, posibilitaron un exitoso estreno al aire libre frente a 5000 habitantes, el cual dio inicio a una larga gira local y, sobre todo, inauguró un esquema de distribución enfocado en acercar el cine a las poblaciones históricamente marginadas.

Segundo laboratorio: Vengo volviendo (2015)

Ismael crece bajo el cuidado de su abuela Mariana, partera y curandera, debido a que sus padres emigran del Ecuador. A sus 22 años, solo piensa en viajar a los Estados Unidos. Luego de acordar un precio con el coyote para su viaje, Luz, su mejor amiga, retorna tras ocho años de vivir fuera, para convertirse en la fuerza que llena a Ismael de dudas sobre su situación. Los dos amigos viajan hasta lo más profundo de su provincia para encontrarse con diversos personajes, historias y leyendas que enfrentan a Ismael con lo que más teme: su destino.

Tras el aprendizaje con el primer laboratorio, Rodas y Páez se concentran esta vez en la Sierra ecuatoriana, en la provincia de Azuay, logrando expandir y depurar su sistema creativo y de producción. Según nos cuenta Rodas, el largometraje de ficción Vengo Volviendo llegó a costar 600 mil dólares, contando por esta razón con múltiples patrocinadores.

El modelo de trabajo con la comunidad en esta oportunidad se consolida como una residencia artística de 6 meses de duración, donde los jóvenes participantes reciben una formación técnica y artística intensiva, para luego dedicarse a la etapa práctica y realizar la película.

Es muy interesante el desarrollo humano que se produce durante la residencia, pues implica una suerte de proceso terapéutico para sus participantes, quienes reflexionan en colectivo en torno a sus vivencias, intereses y anhelos, en búsqueda de las historias que han de conformar el guion.

Este carácter de creación colectiva está siempre presente y sugiere que todos los participantes son, en últimas, autores de la obra. Por lo demás, durante la etapa de rodaje  los jóvenes están en la obligación de hacer prácticas en todos los roles y así comprender el trabajo en equipo desde los múltiples lugares de la realización.

Esta dinámica no sólo plantea una relación horizontal entre los integrantes del laboratorio, sino también propone un modelo pedagógico que cuestiona la jerarquía profesor – alumno, dando paso a una relación de  instructor – participante, en la cual el propio instructor  se asume como un sujeto en formación.

Como uno de los aprendizajes fundamentales de esta segunda edición, Rodas nos señala la determinación del colectivo en priorizar las proyecciones locales al aire libre dentro de su sistema de distribución. Con este propósito entran en colaboración con Ecocinema (3), un sistema de proyección itinerante que funciona enteramente con energía solar.

Esta aproximación directa a las poblaciones más distantes, para las que la película puede lograr una mayor “identificación”, no solo se reduce a las proyecciones locales a nivel nacional. Con su segunda película, Encuentros con el cine extiende su alcance a las comunidades ecuatorianas migrantes residentes en los Estados Unidos, las cuales reciben la obra como una posibilidad de diálogo y reconexión con sus raíces.  Esto configura otro de los grandes hallazgos en esta exploración sobre los métodos de distribución del cine comunitario.

Por último al respecto de Vengo volviendo, podemos resaltar una realización audiovisual derivada de este proceso. Se trata de  “Clack”, una serie de televisión de seis episodios que busca dar una mirada profunda al trabajo que existió detrás de la realización del largometraje. Este seriado se centra en los jóvenes participantes de la residencia, sus sueños, aprendizajes y experiencias.

Tercer laboratorio: GuancaDocs – Próximamente

Muestra Itinerante de documentales que retratan temáticas del pueblo Guancavilca de la costa ecuatoriana. Realizados en el marco de la tercera edición de Encuentros con el Cine, donde se trabajará en torno a la conservación medioambiental y prácticas que afectan a cada una de las comunidades retratadas, de la mano de oficios ancestrales que se relacionan directamente con estas problemáticas, en búsqueda de soluciones que nazcan desde el corazón mismo de cada comunidad.

El tercer Encuentros con el cine experimenta una gran transformación en contenido y metodología. Tras el arduo trayecto avanzado con los dos largometrajes previos, el colectivo decide volver a la provincia de Santa Elena, esta vez para explorar el campo documental con las comunidades. Sin embargo, los cambios que impone la pandemia COVID-19 durante y posterior al 2020, traen también una reestructuración temporal de las dinámicas de formación y rodaje de estos proyectos.

Es así que GuancaDocs se realiza en colaboración con diversos grupos de habitantes de la provincia, dotados con equipos de grabación, dispuestos a crear cortometrajes documentales enfocados esencialemente en problemáticas medio ambientales y en perspectivas de restauración.  Este proyecto se encuentra actualmente próximo a su difusión.

La narración por la que nos conduce Isabel Rodas es un potente referente en los procesos de creación, producción y distribución del cine para toda la región latinoamericana. Es evidente que Rodas subvierte el prejuicio de la supuesta apatía que tiene el espectador ecuatoriano respecto al cine nacional. El gran salto que Encuentros con el cine parece dar en ese sentido, consiste en acercar verdaderamente las películas, y en general la cultura, a las personas y a sus territorios.

Tanto quienes quieren participar de la realización, como quienes luego serán espectadores, son receptivos al lenguaje cinematográfico si se les proponen temas y narraciones que los involucren. Esto redunda además, y sobre todo, en un proceso de reflexión en torno a la identidad misma, fortaleciendo los lazos sociales.

Si bien la escritura y la realización son procesos atravesados por una fuerte noción participativa y colectiva, tal vez es el proceso de distribución la instancia que marca la mayor diferencia. Rodas nos empuja a comprender que las pantallas de cine deben llegar a los territorios mismos, pues es entonces cuando el fenómeno cinematográfico se convierte en una experiencia abierta y pública capaz de generar nuevas dimensiones de comunidad.

Una vez más, estas Lecciones de Cine Latinoamericano nos invitan a descentrar la mirada de los cánones que impone la realización, producción y distribución del “cine profesional”. Desde estas experiencias alternativas podemos encontrar no sólo modelos de trabajo comunitario, sino herramientas para enriquecer nuestra comprensión del oficio cinematográfico en general. Es desde una revisión y un intercambio con el propio territorio que estas otras formas de trabajo adquieren sentido.


[1] https://www.filmarte.ec

[2] http://www.encuentrosconelcine.com

[3] www.ecocinema.net

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