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Versiones de la vejez en el cine latinoamericano

14

Dic
2016

Tercera edad, cuarta edad, adultos mayores, ancianos... Términos hay muchos, pero el cine latinoamericano se ha ocupado poco de ellos. Este mes, entonces, está dedicado a la representación de la vejez en las películas de la región a partir de unas valiosas excepciones.

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La denominada tercera edad tiene poco espacio en el cine. Lo que sucede en la lógica social, según la cual los viejos son un problema matemático para la caja provisional y la atención médica, y no mucho más, se duplica en la representación cinematográfica. El de las películas parece ser un mundo de jóvenes y el mundo está habitado por hombres y mujeres obsesionados por ser o lucir jóvenes hasta el fin de los tiempos. Bienvenido sea, entonces, este ciclo sobre la vejez, vista desde diferentes perspectivas. La muerte, un destino que en la vejez ya no es un concepto inevitable sino una experiencia cercana, es el tema que articula el simpático film de Giovanna Zacarías titulado Ramona. El tiempo, otra variable existencial que a medida que avanza los años adquiere una valencia distinta, es lo que empuja a los protagonistas de Viaje hacia el mar, de Guillermo Casanova, a dejar un rato la repetición de la vida del pueblo para emprender un viaje por Uruguay y así poder conocer el mar. Los viajeros no son precisamente miembros de una pandilla adolescente. El tiempo ordena las prioridades, y de eso habla en parte el film de Casanova, basado en el afable cuento de Juan José Morosoli. En Minuto 200, Frank Benítez Peña, en las figuras de Don Teo y Doña Olfa, pone en juego un tema central para todo aquel que ya ha vivido mucho tiempo: la relación de un hombre con el deseo. Finalmente, Música para después de dormir, de Nicolás Rojas Sánchez, trabaja sobre una dolorosa experiencia de la vejez que pasa por la inversión del orden natural de los fallecimientos en una familia. Al protagonista se le muere su hijo, lo que conlleva que el padre se reúna con la banda musical de sus años de plenitud para despedir a su vástago. Los abuelos en el cine constituyen un fuera de campo conceptual. Rara vez están; cuando aparecen se los explota como vehículos de una sabiduría que no necesariamente poseen o se los confunde como parte del mobiliario. Saber filmar la vejez no es un tema menor. Por otra parte, paradójicamente, los grandes cineastas han desobedecido las reglas sociales del trabajo. Manoel de Oliveira, Clint Eastwood, Nagisa Oshima, Alain Resnais, Raúl Ruiz, entre otros, no dejaron de filmar después de haber pasado los setenta. El cine desconoce la división del trabajo y el confinamiento tardío de los viejos a practicar el ocio obligatorio. Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

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