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Medicina

El círculo, de José Pedro Charlo y Aldo Garay

mayo 13, 2016 by Retina Latina Dejar un comentario

El uruguayo Henry Engler vivió durante más de un cuarto de siglo en Suecia, donde encontró al amor de su vida y se especializó en medicina nuclear hasta convertirse en una eminencia internacional en la investigación sobre el mal de Alzheimer. Pero Engler también tiene un pasado que le ha dejado heridas demasiado profundas, de esas que nunca terminarán de sangrar del todo: fue uno de los líderes del grupo guerrillero Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) y, tras ser baleado y detenido en 1972, pasó 13 años como «rehén» (así se lo conocía) de la dictadura militar en condiciones infrahumanas (torturado y sin ver la luz del día).

Lo que los directores José Pedro Charlo y Aldo Garay hacen con esta historia de vida es un trabajo admirable. Cuando estaba todo servido para un obvio documental politizado que exaltara la heroicidad y la redención del protagonista, los cineastas apuntan -en cambio- a un registro íntimo, tierno y pudoroso a la vez, que resulta profundamente maduro y humano (humanista) en su exposición de los mecanismos internos a los que debe apelar alguien para sobrevivir en condiciones extremas.

Ensayo sobre la locura, la amistad, la religión y la memoria, El círculo arranca y termina en el bucólico pueblito sueco de Uppsala y -en el núcleo del relato- sigue el viaje de regreso de Engler a Uruguay, durante el que recorrerá las distintas cárceles en las que estuvo detenido y se reencontrará con sus viejos compañeros de lucha y cautiverio: desde el ex presidente José Mujica hasta el artista Mauricio Rosencof. Todos aparecen en pantalla con un discurso inteligente y alejado por completo de cualquier dosis de victimización o revanchismo.

Que la película haya apostado por esa austeridad y esa simpleza tan uruguayas no quiere decir que eluda los rigores físicos y, sobre todo, los psíquicos que sufrió Engler. Los testimonios del protagonista son impactantes, conmovedores, pero alejados de cualquier tipo de especulación. Y los directores -que además registran todo el viaje con una precisión y un talento asombrosos- vinculan con acierto aquel pasado lleno de alucinaciones y paranoias con la actualidad de un Engler que -no por casualidad- se convirtió en un emblema mundial en el estudio del cerebro humano.

Por Diego Batlle, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Reseña Etiquetado con:Alzheimer, Amor, José Mujica, Mauricio Rosencof, Medicina, Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, Suecia, Uppsala

La pasión según Berenice, de Jaime Humberto Hermosillo

marzo 3, 2016 by Retina Latina Dejar un comentario

Magnífico plano inicial, escenificación de un sueño. Un hermoso caballo está en medio de un incendio. La casa en la que está encerrado el animal arde como si fuera el infierno. A su vez, suenan unos acordes musicales perfectos. Hay allí algo ominoso, propio de una dimensión simbólica. La escena onírica será interpretada inocentemente por uno de los personajes como un signo vinculado al juego. La película desmentirá esa versión paulatinamente para sugerir que ese primer momento no es otra cosa que la representación simbólica del psiquismo de la heroína, la famosa Berenice (Martha Navarro) del título.

El film transcurre en un pueblo de provincia, lugar en el que Berenice cuida a su madrina, que está muy enferma, y en su escaso tiempo libre imparte clases de dactilografía. La muerte del médico que atiende a la anciana precipitará el encuentro con el hijo del doctor, que también ejerce la medicina y que de ahí en más le ayudará en el tratamiento. Será en el velorio cuando Berenice cruce miradas con el apuesto Rodrigo (Pedro Armendáriz Jr.) por primera vez, otra secuencia de una precisión ostensible en los movimientos de cámara que viene acompañada por una rabiosa ironía anticostumbrista en el tono, a tal punto que el primer indicio de erotismo coincide con la muerte.

A partir de esa secuencia, como es de esperarse, el progreso dramático estará centrado en la evolución del romance entre Rodrigo y Berenice, quien se ha ganado las sospechas de la gente del pueblo debido a pretéritos rumores de que la joven mató a su marido, uno de los tantos misterios de Berenice, como la cicatriz que lleva en su rostro y de la que no se avergüenza.

Ya en este film temprano el maestro Hermosillo tiene decisiones firmes de puesta en escena: acierta cada vez que utiliza música extradiegética, prioriza el tiempo del registro y no tanto el montaje y cuando entiende que puede jugar con la continuidad del relato no teme en incluir alguna que otra secuencia tanto del orden de lo imaginario como de lo onírico (o hacer que una secuencia que tiene lugar en otro film proyectado en un cine se torne indistinguible del propio film en desarrollo), ejemplos que delimitan una poética deliberada por parte del autor. Véanse, además, los travellings para seguir a los protagonistas en la calle, o todos los desplazamientos en interiores; el control sobre el espacio como superficie dramática es indesmentible.

Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Reseña Etiquetado con:Enfermedad, Erotismo, Medicina, Velorio

Alguien mató algo, de Jorge Navas

marzo 2, 2016 by aarteaga Dejar un comentario

El debut cinematográfico de Jorge Navas es enigmático: el estilo remite al inicio del cine, con una difusa cercanía al expresionismo, propia de un amateur rindiéndole culto a una estética que le resultó de importancia. El tema elegido es todavía más inextricable por el cruce de géneros con el que se intenta examinarlo: la finitud de los hombres.

Jorge Navas, director de Alguien mató algo
Jorge Navas, director de Alguien mató algo

Lo que sucede con una niña muy pequeña llamada Heriberta, cuyo padre biológico ha muerto, es que desde la muerte de su progenitor no puede dejar de pensar que tarde o temprano ella envejecerá y morirá. Vivir es morir de a poco, como también retirarse paulatinamente de una vitalidad ligada en esencia a una belleza que hacía olvidar la muerte. Que la niña delire con tomar sangre y devenir vampiro, o eventualmente desear imitar el camino de la “condesa sangrienta” de Hungría, un personaje del siglo XIX, es parte de un duelo inconcluso y un precoz malestar metafísico, el cual tendrá consecuencias fantásticas y en clave teológica. Por ejemplo, la equivalencia entre la vida de un mosquito y la vida humana será más que una metáfora: el primerísimo plano de un insecto cumpliendo con su instinto y objetivo cósmico sobre la piel de la niña será interceptado por un golpe de la palma de la mano de la protagonista que tendrá luego una duplicación inhumana, entre cómica y trágica, en otra escala de representación y en un contexto mayor.

En poco minutos, Navas, que elige prescindir de las palabras y apoyarse en intertítulos, trabajar en blanco y negro, enrarecer el punto de vista apelando a encuadres poco ortodoxos y proponer relaciones creativas entre la medicina, los vampiros y el cristianismo, establece un par de situaciones en la vida de su personaje que acentúan la desconfianza de la niña respecto de la contingencia de cualquier existencia. De la relación con su madre y su paso por el colegio, pasando por una bizarra visita a una iglesia en plena misa, hasta el encuentro con un pordiosero que quizás es el célebre hijo del carpintero de Jerusalén, todas las circunstancias elegidas confirmarán las sospechas de Heriberta y su empecinamiento obsesivo por constatar que el tiempo es irreversible.

Iconoclasta meditación metafísica y juvenil sobre la finitud, el título, a juzgar por su desenlace, es todavía más irreverente, en consonancia con los rasgos de conducta de la niña, una personalidad tan anómala como la propia película.

Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Reseña Etiquetado con:Condesa sangrienta, Cristianismo, Medicina, Mosquito, Niña, sangre, Siglo XIX, Vampiros

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