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Ruido Rosa, de Roberto Flores Prieto

8

Ago
2017

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Como en su precedente film Cazando luciérnagas, Roberto Flores Prieto insiste en su tercera película sobre un tema que nunca puede ser insignificante: la soledad. En Ruido rosa ese estado propio de muchísimos hombres y mujeres comunes se circunscribe a Luis y Carmen, ambos personas que transitan el final del estadio de la madurez. Ella tiene 52 años, él tal vez un poco más, pero sin duda pueden razonar que, de persistir esa situación anímica y vincular, estarán para siempre solos. Luis, además, será testigo de la muerte de una cliente bastante mayor que él, un preanuncio de un posible destino poco deseado. Flores Prieto sitúa este drama intimista en una Barranquilla que se define más por la precariedad de los espacios domésticos que por sus calles; el exterior es apenas una ligera figura de tránsito para los movimientos de los personajes. Los interiores prevalecen; un bar, un taller, un hotel para encuentros sexuales, una comisaría, una casa, una cabina telefónica. Los espacios sustraen al film del tiempo. Más allá de algunos objetos que emanan una época, la nuestra, el relato pretende universalidad desdeñando las marcas de un tiempo preciso. La intimidad no necesariamente está divorciada de la Historia. La tensión dramática del relato consiste en un encuentro imprevisto para Luis y Carmen. Luis tiene su taller de reparaciones y, como se deja entrever en la escena inicial en la que responde un par de preguntas durante un censo, sus expectativas respecto de su porvenir son nulas. Ligeramente diferente es para Carmen, quien pretende conseguir la visa para viajar a Nueva York y quedarse con su hermano. Su trabajo como conserje y encargada de la limpieza del hotel no la someten enteramente a concentrarse exclusivamente en sus quehaceres laborales. Puede limpiar una habitación, hacer la cama, hallar la ropa interior olvidada de los clientes y a su vez repetir frases en inglés de un curso de inglés que suenan en su grabador de cinta. Pero conocer a Luis cambiará la determinación de su voluntad. En cierto momento, Carmen tendrá que tomar una decisión: ¿continuar con un posible romance o proseguir con su plan de viajar a los Estados Unidos? Ruido Rosa prodiga varias secuencias en la que se comprueba un cuidado por el encuadre. La secuencia más destacada es aquella en la que se observa a Carmen haciendo el aseo de una de las piezas en un plano general concebido geométricamente en el que la profundidad de campo resulta vistosa y generosa. Otros méritos discretos (y aparentemente secundarios) son también la forma de filmar la lluvia y el amor que se le dispensa a las salas de cine. Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

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