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Qujiote, de Juan Pablo Ríos

13

Jul
2017

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Jairo William Gutiérrez dice haberlo aprendido todo en los pasillos de las calles y en la universidad de la vida. Este campesino que no terminó la primaria y que se resistió a participar en los enfrentamientos armados que han determinado el destino de la vida de Colombia en las últimas décadas, lleva 50 años viviendo de la tierra junto a su familia y a su vez ejercitando su pasión por el arte.

Líder conspicuo, aunque democrático, de Los Hijos de la Montaña, un grupo de teatro que recorre las aldeas de Colombia representado distintas obras para todas las edades, además de visitar algunos festivales alternativos de esa disciplina artística, en el encomiado retrato de Juan Pablo Ríos Gutiérrez constituye un modelo de hombre y una reivindicación necesaria de los campesinos. Jairo es aquí un modelo platónico, una emanación de una dignidad que el film da por hecho.

Es evidente que Gutiérrez es una persona voluntariosa y talentosa. Esa comprensible desmesura se entiende por el carisma del personaje y por su indudable voluntad de superación. Gutiérrez ha luchado desde el inicio de su vida; haber progresado no es fruto del azar. En este sentido, Quijote puede ser visto como un documental indirecto acerca de la voluntad de un hombre frente a un contexto adverso.

Está claro que para Ríos su personaje es mucho más que un buen hombre y que al examinarlo lo postula casi como un modelo cívico; su figura ya no es solamente singular, sino también una pedagogía viviente y acaso un héroe moderno para los colombianos. ¿Una mistificación? He aquí un riesgo que Ríos atraviesa en ciertos pasajes. En este sentido, el film elige dejar en fuera de campo cualquier atisbo de ambigüedad. Lo que dice Gutiérrez de sí es aquí una palabra confiable y canónica; no hay segunda perspectiva: Ríos duplica el discurso de su protagonista, e incluso le adjudica una naturaleza épica. Gutiérrez es un hidalgo de la libertad campesina.

Así como el hombre es admirado por la cámara, la misma forma de acercamiento amoroso se le dispensa a la rica biodiversidad del ecosistema colombiano. Las panorámicas del cielo, la captura del sonido de bosque y los colores de la selva son notables, a veces en un registro que se mueve por las sinuosas aguas de una exacerbada belleza. Eso no impide reconocer los laboriosos encuadres para mirar el entorno y maravillarse.

Quijote es un film inspiracional. El objetivo es preciso: saber algo sobre la vida de Gutiérrez puede contagiar a otros congéneres a encaminarse por una vía lejos de la violencia y más cerca de una modalidad de existencia en armonía con el cosmos.

Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

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