Perfiles de festivales: Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI)
2
Feb
2017
Entre el 1º y el 6 de marzo tendrá lugar la 57ª edición del Festival de Cine de Cartagena de Indias, el más antiguo de América Latina, inaugurado en 1960. El ya clásico evento, que atravesó muchas etapas y recibió miles de películas y centenares de prestigiosas visitas a lo largo de las décadas, comenzó un proceso de cambio hace ya algunos años, a la par también de la explosión del cine colombiano en los festivales internacionales que culminó con la nominacióan al premio Oscar de El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra.
Esa renovación abarca muchos ámbitos del festival, empezando por el uso de una nueva sigla (FICCI) y la incorporación de películas de mayor riesgo artístico, renovadas secciones y competencias, a la par de una mayor dedicación al sector educativo –con talleres, seminarios y masterclasses– y de producción, con laboratorios, encuentros de coproducción y exhibición de works in progress. Todo eso tratando de mantener la esencia festiva clásica de un evento que se desarrolla en una de las más bonitas ciudades de América Latina, declarada patrimonio Histórico de la Humanidad por la UNESCO.
Diana Bustamante, la directora artística del festival desde 2015, prepara la que será su tercera edición, que tendrá prestigiosos invitados internacionales además de una interesante selección de películas tanto colombianas como iberoamericanas y del resto del mundo. Reconocida productora, Bustamante heredó el festival de manos de Monika Wagenberg, quien había iniciado en sus cuatro años al frente un proceso de recambio tanto estético como generacional que, sin embargo, reconoce y celebra la importante herencia previa.
En la entrevista con Retina Latina, la directora artística del FICCI habló de esas tradiciones, cambios y las expectativas para la inminente edición.
Otros Cines: ¿Cómo fue encarar la dirección artística de un festival con la historia del de Cartagena tratando de actualizarlo y a la vez respetar algunas de sus tradiciones?
Ha sido un proceso muy particular por muchas razones, pero sobre todo porque yo he vivido el festival de muchas maneras: como estudiante, como productora, como colaboradora, como jurado y ahora como directora. En ese proceso he tenido la oportunidad de ver “las entrañas” del festival y esto me ha dado una perspectiva interesante que me permite medir riesgos, pero no para ser cautos sino para ir más allá. Cuando lo asumí era un gran reto, por el peso de ese montón de años que el festival tiene encima, con todo lo bueno y lo malo que eso trae. Hay estructuras que son pesadas de mover, hay que lidiar con cosas que a veces no es tan chévere lidiar, pero de cualquier modo lo importante para mí era ponerme metas que a primera vista no fueran fáciles de cumplir. No creo que modernizar sea la palabra. Este fue, por esencia, un festival pionero, pero nos fuimos perdiendo en las candilejas y con el tiempo eso dejó de funcionar. El gran reto era, primero, darle continuidad a la línea que Monika Wagenberg había iniciado con la renovación y, segundo, revisar nuestros inicios como festival y encontrar ahí esa diferencia. Es así como vamos encontrando una forma que combina poner en relevancia una cinematografía más arriesgada sin dejar de lado celebrar las obras más consolidadas, eso que llamas tradiciones.
O.C.: ¿Cuál es el perfil que, con tu equipo, quieren darle al festival?
D.B.: El FICCI nace del amor al cine. Ese amor es amplio, pero desde nuestro punto de vista actual prevalece una premisa: la necesidad de ruptura, de crear fisuras a todo nivel. Siento que el cine, y el arte en general, es una de las pocas expresiones reales del alma humana. Por eso, a través de él, podemos generar no solo conexiones poderosas sino, sobre todo, resonancias, ecos, reflexiones. Estas no serían posibles quedándose estáticos, por eso esa idea de generar rupturas, grietas, movimientos. Me gusta, como metáfora, pensar en que las cosas se mueven generando un caos que luego encuentra su propia estabilidad. Como perfil lo que buscamos es un cine que genere esas rupturas y que nos deje más preguntas que respuestas. Esto puede ser desde sus propuestas formales o narrativas. El poder de una película está en su propia individualidad y se expresa de maneras diferentes, pero esa capacidad disruptiva está ahí, desde las formas más clásicas hasta lo más, digamos, contemporáneo. Buscamos como línea que las películas logren eso y que además conecten con el público. Pero, ojo, el público para nosotros no es una masa homogénea sino el que se ha cultivado a lo largo de 57 años de ver películas, con altos y bajos, pero con mucho cine. Pensamos en un público cinéfilo, que año tras año crece con personas de diversas nacionalidades y cada vez más jóvenes.
O.C.: ¿Cuál es el trabajo más complejo a la hora de hacer la selección definitiva?
D.B.: Es un momento terrible para responder esto pues estamos justo en el momento de cierre de programación y son muchas las preguntas que van surgiendo. Creo que lo más difícil es encontrar un balance, no tanto entre las películas, sino en que no queden tan cargadas hacia un lado, una nacionalidad, una cierta tendencia. Pero ese equilibrio es transversal a muchos otros aspectos. Yo soy un poco obsesiva con los detalles y creo que cada cosa cuenta… y cuenta mucho. Me gusta pensar en cada detalle: en qué le conviene más a una película en términos de sección, de estar o no, de opciones. Y eso es algo muy muy delicado. Sé lo que hay detrás de cada una de ellas, y por eso tratamos de ser lo más responsables posible con nuestras decisiones. La selección del festival tiene un impacto muy importante en cada una de las personas que han hecho esas películas. Y como eso lo sé de primera mano, me esfuerzo mucho por que seamos lo más rigurosos posible en este proceso. Conclusión, ¡todo es muy difícil!
O.C.: Cartagena es un festival que tiene mucho público en las salas ¿cuál es el secreto?
D.B.: El secreto lo encontró Monika hace siete años cuando sugirió que lo hiciéramos gratuito. Al principio fue una locura, pero en ese momento era la única opción. Veníamos de una larga crisis y había que «reconquistar» el público. En esencia, esa estrategia fue decirle a la gente: «este festival es suyo, usted también está invitado». Esto es fundamental en una ciudad como Cartagena en donde el lujo extremo convive con una pobreza inimaginable. Una ciudad de exclusión históricamente marcada por el colonialismo, que hoy es sede de grandes y maravillosos eventos culturales de altísimo nivel a los que la ciudad real no tiene acceso. En ese contexto, hacer el FICCI gratis fue devolver el festival a las manos reales de la ciudad, abrir la experiencia cinematográfica y reconciliarnos con la ciudad y la audiencia nacional que asiste año tras año. Hoy en día no todas las salas y funciones son gratis, y seguimos manteniendo las salas llenas, con un público que paga. Pero también seguimos manteniendo el cine al aire libre, más cine en los barrios, que es una cosa divina que hacemos todo el año, llevando cine a los municipios más complejos del departamento. Creo que ese ha sido el secreto: el festival no es nuestro, es de la gente, y todos encuentran al menos un «pedacito» que les calce y en el que tienen cabida.
O.C.: ¿Qué otras actividades tienen planeadas para complementar la proyección de películas?
D.B.: Bueno, yo tengo otro gran problema, que las ideas me corren más rápido que las piernas, ja. Hacemos mil cosas, pero las podemos dividir en cuatro grandes grupos. Lo primero son las películas, que se dividen en dos líneas: las competencias y los programas especiales y retrospectivas, que me encantan. Somos muy felices revisando cinematografías que han sido significativas en diversos sentidos y que han tenido poca o ninguna difusión en el país y en el continente. Además de las películas tenemos lo que hemos llamado Puerto FICCI.
«No olvidemos que Cartagena es puerto, y por el puerto llega la música, la mixtura, las identidades y un mundo de oportunidades. Ahí agrupamos las actividades académicas, que van desde el taller documental y taller documental expandido al taller de crítica y periodismo especializado pasando por workshops más específicos y técnicos que programamos según las necesidades del sector.»Dentro de esa línea académica, también tenemos Salón FICCI, que es lugar donde «Pensamos Cine», como me gusta definirlo. Ahí vamos con Master Classes, conversatorios y otros que abarcan un amplio panorama del cine, desde cosas muy prácticas del sector hasta ideas cinematográficas más complejas de autores que año tras año nos acompañan. Ahí mismo articulamos el Encuentro Internacional de Productores-EIP, una iniciativa liderada por el Ministerio de Cultura y Proimágenes Colombia, dos aliados claves en cada nueva aventura. Y por último tenemos el PuertoLab, que es un Work In Progress para películas iberoamericanas que buscan su finalización e iniciar su proceso de internacionalización. Y bueno, hacemos otro tanto en lo que se refiere a Cine en los Barrios y actividades que integren más a la comunidad. O.C.: ¿Qué puedes adelantar de lo que se verá este año? D.B.: Unas competencias muy sólidas, creo yo. Este 2017 tendremos películas como El auge de lo humano de Teddy Williams; Arabia, de João Dumans & Affonso Uchôa; La soledad, de Jorge Thielen Armand; y Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio, por mencionar algunas dentro de la Competencia de Ficción. Como siempre, la competencia de Documental me llena de alegría. Debo confesar una debilidad por ella y me esmero especialmente en mimarla. Este año tendremos dos películas colombianas compitiendo en ella. Una es Señorita Maria, la falda de la montaña, de Rubén Mendoza; y la otra Amazona, de Clare Weiscopf & Nicolás van Hemelryck, además de piezas inspiradoras como Resurrecting Hassan, de Carlo Proto; o el impacto de La libertad del Diablo, de Everardo González. El cine colombiano es siempre una prioridad y en este 2017 ocho films hacen su debut nacional y algunos mundial en el festival. La película inaugural del festival será El silencio de los fusiles, de Natalia Orozco, que por primera vez abrirá con una pieza documental, con la cual nos ponemos de frente al proceso que el país inició hace cinco años con los diálogos de paz. Y, como siempre, unos invitados hermosos que iluminan nuestras visiones del cine y del mundo como Apichatpong Weerasethakul o Andrea Arnold, a quienes se les rendirá un tributo, además de los actores franceses Nathalie Baye y Denis Lavant. Y unas cuantas sorpresas más como los programas de La Guerra y la Paz, Caribe: Ruina de lo Sumergido y la Retrospectiva de Eduardo Coutinho. O.C.: ¿Cómo ves la actualidad del cine colombiano y cuánto sientes que ha cambiado en la última década? D.B.: Estamos en un buen momento. Creo que ante todo es un cine que está sano, que está vivo, que se está moviendo y haciéndose preguntas interesantes. Hemos tenido una década, digamos, dorada, donde la ley de cine nos ha permitido hacer, filmar. Y el cine, como cualquier oficio, se mejora haciendo y haciendo, pensando y pensando. Eso también nos lo ha permitido la ley. Hay ahora un 70% más de programas formativos en cine y audiovisuales que hace 15 años. Eso es vital para que una cinematografía se desarrolle: que se piense en la formación. Eso ha sido capital en esta década. Más información: http://www.ficcifestival.com/ Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina