Mojarra, de Lucía Garibaldi

En medio de la noche oscura y lluviosa de Montevideo un hombre espera en su auto la salida de una mujer de una casa. Ella demora más de lo pensado pero finalmente sale y se sube al vehículo. Los dos se van, casi en silencio, pero la tensión se siente. En sus mínimos diálogos nos da la impresión de que se están escapando de algo y de alguien: ¿De su casa? ¿De un robo? ¿De un crimen? A lo largo del corto iremos viendo cómo el nerviosismo, el miedo y la culpa crecen en un film cuya prioridad está puesta en la creación de tensión y de un clima ominoso. Bajo una fotografía oscura e inquietante seguimos a los dos personajes (¿son hermanos?, ¿son pareja?) que parecen cada vez más incómodos con lo que pasó y con la aventura que acaban de emprender. ¿Hacia dónde los llevará? Una suerte de mini road movie que transcurre en su mayoría dentro de un auto, Mojarra hace un excelente uso de las luces que se reflejan en los vidrios mojados, de los rostros nerviosos de los protagonistas (la excelente fotografía es de Miguel Hontou) y de los diálogos minimalistas y entrecortados entre los protagonistas en fuga para crear un clima digno del más puro cine negro. La película parece la parte de un inquietante todo que uno desearía continuar viendo por más tiempo. Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina