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Miss Tacuarembó, de Martín Sastre

8

Abr
2016

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Director de culto dentro del corto y el videoarte, el montevideano -radicado en Madrid- Martín Sastre llegó a su primer largometraje con una apuesta pop y posmoderna que remite en estética y desenfado al cine de los Michel Gondry o los Spike Jonze, pero sin renegar de sus raíces bien uruguayas. Llena de ideas y de apuestas de riesgo, la película narra la historia de la protagonista Natalia en varios tiempos, básicamente durante su infancia (interpretada por la promisoria Sofía Silvera), cuando a los 9 años sueña con ganar el concurso de Miss Tacuarembó para salir de ese pueblo gris y sin futuro con la intención de viajar y triunfar como cantante en Buenos Aires; y su adultez (ya en la piel de Natalia Oreiro), cuando la ahora treintañera es un cúmulo de decepciones, trabaja en un patético parque de diversiones de temática religiosa y termina participando a su pesar en un reality show. Basada en la novela de Dani Umpi y construida a partir de varias canciones originales de Ale Sergi (líder del grupo Miranda!) que permiten jugar con coreografías semi(anti)profesionales, Miss Tacuarembó apuesta a una estética kitsch ochentera en la que no faltan referencias directas a Los Parchís, Madonna o la telenovela Cristal (con cameo incluido de la actriz Jeanette Rodríguez). Más allá de una glamorosa escena en Hollywood a-la-Flashdance, Oreiro sostiene un personaje (en realidad dos, ya verán) con bastante de perdedora y no poca frustración. Por supuesto, tendrá espacio para cantar y bailar (hasta con el Cristo que interpreta Mike Amigorena), demostrando que es una gran estrella, aunque la película lejos está de ser un mero vehículo para su lucimiento. Entre la sátira religiosa a-lo-Monty Python, participaciones especiales como las de Graciela Borges (en el papel de una excéntrica multimillonaria), un despliegue estético que permite ir desde la home-movie hasta la edición fotográfica, pasando por el musical cursi o el grotesco (vean si no a la almodovariana Rossy de Palma como conductora del reality televisivo), Miss Tacuarembó resulta una fábula pop sobre los sueños, miserias y crueldades de la infancia, sobre la amistad, el amor, la fama y la fe, sobre la hipocresía y la represión social (y cómo cambatirlas). Una propuesta artística llena de libertad y de creatividad. Es más de lo que mucho cine puede ofrecer en el adocenado y previsible panorama actual. Luego de los créditos de cierre hay imágenes del casting realizado a más de 800 niñas de 9 años que, por entonces, soñaban con ser la pequeña Natalia (Oreiro) de la ficción. Por Diego Batlle, de OtrosCines.com, para Retina Latina

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