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Matrimonio aymara, de Álvaro Olmos Torrico

13

Jul
2017

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Amable y didáctico retrato de un casamiento bajo las costumbres y rituales propios del pueblo aymara, que habita entre Bolivia y Perú. El registro observacional sobre todas las actividades que giran alrededor de la ceremonia y algunas intervenciones de los familiares, y en especial los aportes de la misma pareja que está por contraer matrimonio, Corina y Rubén, permiten divisar los cruces culturales (precolombinos y cristianos), además de identificar ciertas concepciones menos convencionales que las que se suelen ejercitar ante la consagración de la institución matrimonial.

Torrico presta atención a todo: el paisaje, la indumentaria, los gestos, los rezos, las costumbres constituyen la gramática de su observación. La coca y el crucifijo conviven del mismo modo que el culto a la tierra como divinidad y la obediencia espiritual al ministerio del Señor Jesucristo, dialéctica que para los participantes no implica ningún tipo de contradicción teológica y ni dilema cultural. Si bien el film no llega a indagar a fondo acerca de la modalidad afectiva y eventualmente erotizante que comparten los novios, deja en claro que no es del todo similar a la que suelen practicar las parejas en Occidente e incluso Oriente. ¿Para casarse hay que enamorarse?

El registro preciso y la ausencia de toda voluntad de editorialización insta a prestar mayor atención a los detalles, los cuales no faltan en la propuesta general de puesta en escena. La amabilidad de los personajes es a su vez la misma que tiene el director con ellos y también con el espectador. Es que Matrimonio aymara propone que su espectador imaginario sea también uno entre los muchos invitados a la fiesta, que dura algunos días y que nunca parece abandonar una discreta felicidad compartida por los novios, sus familias y la comunidad entera.

Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

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