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La selva inflada, de Alejandro Naranjo

13

Jul
2017

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A partir de una tendencia escalofriante (el suicidio de decenas de jóvenes indígenas de entre 14 y 34 años que abandonaron sus comunidades en la Amazonia colombiana para estudiar en bachilleratos de distintas ciudades), el director Alejandro Naranjo se propuso ahondar en el tema con un documental que pendula con convicción entre lo didáctico e informativo por un lado y lo íntimo (y lo poético) por el otro.

Si bien la película tiene una estructura coral, Naranjo se centra en las vivencias y testimonios de cuatro muchachos (José Eugenio Correa, Leonel Cabiyari, Gilberto Rojas y Edison Fernández) que han sufrido en el Instituto José Eustacio Rivera -que funciona como colegio e internado en la ciudad de Mitú, en la región sudoriental del Vaupés- la fuerte carga de discriminación (a pesar de que en esa zona el 80 por ciento de la población es indígena), la alienación y la soledad en una experiencia educativa que, obviamente, podría definirse como la «occidentalización» del conocimiento y que lamentablemente promueve una marcada apatía frente a lo ancestral. En ese sentido, es muy contundente una escena en la que un profesor les habla de la globalización y de la importancia de saber inglés. La película -premiada en festivales como los de Munich y Valladolid- está dividida en tres segmentos: una introducción del tema y los personajes, un nudo en el que los protagonistas se trasladan a ese centro educativo y dan sus testimonios, y un desenlace en el que dos de ellos viajan de regreso a su lugar de origen en medio de la jungla. En los escuetos diálogos del film los muchachos cuentan que varios de sus amigos han decidido colgarse en las mismas escuelas. Las causas son variadas. Gilberto, por ejemplo, que nació al interior de una familia de payés (líderes espirituales indígenas), opina que la ola de suicidios se debe a la profanación de ciertos lugares sagrados en los que actualmente se pica piedra. La intromisión en esos sitios venerados, asegura, ha liberado espíritus y maldiciones varias.

Si bien el fenómeno del suicidio masivo de indígenas no parece ser exclusivo de Colombia (un informe de UNICEF publicado en 2012 dio ejemplos de situaciones similares en pueblos originarios de Australia, Nueva Zelanda y los Estados Unidos), en una región con tantas carencias como Vaupés hay (o había hasta la finalización del proceso de paz) un problema adicional como la violencia política. Así, muchos de los jóvenes de la zona terminaban siendo coptados por el ejército, los paramilitares, el narcotráfico o la guerrila.

Más allá de exponer la triste situación en toda su dimensión, La selva inflada se aleja de la denuncia explícita y horrorizada. La problemática está ahí, casi en primer plano, pero es descripta con recato y contada con pudor por sus protagonistas. No hace falta el subrayado: el horror está a la vista. Solo hay que tener un poco de sensibilidad para comprender sus múltiples implicancias socioculturales. Por Diego Batlle, de OtrosCines.com, para Retina Latina

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