La casta divina, de Julián Pastor

Épica histórica, melodrama familiar, película bélica, exposición de las injusticias del poder y exaltación de la lucha de clases, La casta divina reconstruyó en 1977 uno de los momentos más sangrientos (y los hubo muchos) de la historia mexicana. A principios del siglo XX, el poder político y económico de Yucatán estaba en manos de un grupo oligárquico autodenominado Casta Divina que optó por proclamar la independencia y mantener sus privilegios en la producción de las fibras del henequén, con las que se fabricaban cordones, carpetas o alfombras. El film tiene como protagonista a Don Wilfrido (interpretado por el mítico Ignacio López Tarso), uno de los hacendados que maneja con mano dura a su gente y aplica incluso el derecho de pernada. La película muestra sin medias tintas el despótico (dictatorial) accionar del protagonista -capaz de enviar al frente de combate a su propio hijo en el bando de Abel Ortiz Argumedo (Pedro Armendáriz Jr.)- y la llegada a la región del ejército liderado por el general carrancista Salvador Alvarado (Jorge Martínez de Hoyos), un militar con ideas socialistas que lideró la revolución triunfante que combatió a esos terratenientes y a la jerarquía eclesiástica que los apoyaba Rodada en las haciendas de la zona, en exteriores de Mérida y en escenarios montados en los Estudios Churubusco, La casta divina es un ejemplo de drama histórico (con la riqueza y la solemnidad del caso) que incluye conflictos muy fuertes (incluso en el terreno sexual) y escenas de masa elaboradas con tono épico. Diego Batlle, de OtrosCines.com, para Retina Latina