Skip to content

Perfil de festivales: In-Edit, con la música en el corazón

14

Jul
2016

Imagen destacada de la entrada
El Festival In-Edit, dedicado a películas relacionadas con la música, nació en 2003 en Barcelona y rápidamente se fue expandiendo a través de varias ciudades del mundo. Surgida en su momento como la única muestra de su tipo, hoy se desarrolla en diversos países, en especial en América Latina, donde comenzó en Chile con una sede en Santiago (ahora tiene otra en Concepción) y hoy se realiza también en San Pablo (Brasil), Bogotá (Colombia) y la Ciudad de México, además de otras ediciones en Berlín y Tesalónica (Grecia). cinema23Carlos Mora, director artístico de las ediciones chilenas del festival -la de Santiago se hace desde 2004 y es la más longeva de América Latina-, cuenta que “In-Edit nació como un pequeño evento en Barcelona, con una visión muy ecléctica de estilos y épocas musicales, buscando el trasfondo del efecto de la música en movimientos sociales o tendencias. La inercia del éxito de público y crítica nos llevaron a repetirlo en Barcelona y extenderlo a Santiago, y luego a Brasil, México y Colombia. En esa época, había muy pocas muestras o festivales en América Latina y por otro lado la tecnología permitía crear un equipo y llevar los materiales con una relativa facilidad”. El proceso de selección de In-Edit consiste en trabajar con documentales seleccionados por los programadores más los que se inscriben. “Se reciben cada año unos 300 documentales más algunas ficciones -cuenta Mora-. Se siguen los festivales y se ha creado una red de contactos por la que cualquier trabajo de temática musical lo tenemos detectado. Hay un filtro de calidad,donde se valora la originalidad del enfoque, saliendo de los formatos más «clásicos» o televisivos y buscando el disfrute en sala grande por imagen y sonido, o por un contenido auténtico. La curaduría la hacemos entre cuatro y seis personas.” Cada sede tiene sus particularidades y diferencias. “Se basan en general en un 50 por ciento de la programación anual del de Barcelona -analiza-, aunque hay muchos trabajos que tienen distribución en Europa y no en Sudamérica, o viceversa, y eso condiciona bastante la programación, ya que la selección en competencia debe ser «inédita» en cada país. Cada edición, según el homenajeado, invitado o efeméride, tiene una sección especial que se decide en conjunto: se crea un foco de interés y se desarrolla especialmente en cada sede, buscando la originalidad o bien la revisión de clásicos.” Entre las diferencias de programación, Mora analiza que “en Brasil la selección es más autoral y radical, en Chile hay más ficción -con la música como eje central- o contenidos culturales de otras artes paralelas a la música (danza, pintura) ya que llegan muy pocos de esos trabajos a las salas. Cada sede, según las carencias y necesidades de su oferta cultural nacional, intenta hacer una programación interesante y atractiva, a la vez que coherente con el espíritu del festival y trayectoria. El público es mucho más amplio de lo que podría parecer, llegando a todas las edades según la temática, aunque quizás en Latinoamérica es más joven que en Europa”. En lo que respecta a la realización de películas sobre música en América Latina, “Brasil tiene gran producción y variedad de trabajos documentales relacionados con la música -indica Mora-. México, Chile y Colombia están más especializados en el cine autoral, con trabajos muy destacados tanto en ficción como en el documental. Estos últimos años han generado una gran cantidad de trabajos interesantes y están en pleno crecimiento”. En los últimos tiempos varios documentales sobre música han triunfado en los premios Oscar (Searching for Sugar Man, 20 Feet from Stardom y Amy ganaron tres de las últimos cuatro ediciones de los premios de la Academia de Hollywood), lo cual, asegura Mora, “nos ha sorprendido incluso a nosotros y ha dado una visibilidad espectacular al género. También ha coincidido con el cambio en el procedimiento de la Academia en otorgar los premios. Supongo que refleja los últimos 50 años, tan potentes en la música popular como fenómeno de masas.” Mora concluye que el éxito de los films sobre música -y de los festivales como In-Edit- tiene que ver con que “la música ha sido detonador de la expansión de Internet estos últimos años y es una de las artes más transculturales: traspasa generaciones, países y segmentos sociales. Transmite además los sentimientos por encima de idiomas y cubre una carencia poética en la oferta cultural. El documental músical puede transmitir esa potencia de la música, casi con la emoción de asistir a un show en directo. Hay muchos proyectos, energía y grandes directores especializados en filmar música”. Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina
x