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Gabriela Guillermo y el arte de filmar lo inesperado

2

Jul
2025

La cámara «espera la aparición de lo imprevisto y lo recibe como parte del relato». Esa idea condensa el tríptico que recorre toda su obra: observar con paciencia, dejar entrar el azar y guardar memoria de lo vivido.

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“Faites‑le”: el salto al vacío

En 1994, la bióloga uruguaya Gabriela Guillermo —recién licenciada en la Universidad de la República— llegó a la Universidad París VIII para estudiar cine. Allí se inscribió en el seminario “Cine: arte del delito flagrante” que impartía André S. Labarthe, figura de la Nouvelle Vague. Después de dos años de clases y conversaciones, la joven le envió desde Montevideo el guion de su tesis en busca de aprobación. La respuesta fue una sola palabra: «Faites‑le» (“Hazlo”). Aquella orden condensó la filosofía que guiará toda su obra: filmar, aun cuando los medios sean escasos, porque la realidad no espera.

La formación francesa modeló su mirada: Guillermo abrazó un cine “moderno, ventana abierta al mundo”, contrario al clasicismo que “prefabrica mundos”. De regreso a Uruguay en 1999 rodó El Regalo, mediometraje en 16 mm tutelado por Labarthe, y se volcó a la docencia para compartir lo aprendido.

Observación: ver antes de saber

Guillermo resume su método con la máxima de Godard: “ver antes de saber”. Su paso por la biología dejó una disciplina de la mirada: observar largamente y dejar que el comportamiento —humano o social— se revele. Ese impulso atraviesa su primer largo de ficción, Fan (2007), donde la vida callejera de Montevideo contrapuntea la fantasía romántica de la protagonista; y su documental Mais um carnaval: Baltasar Brum (2007), filmado sin guion rígido, acompañando a un pueblo fronterizo que inventa su propio carnaval.

El procedimiento se radicaliza en El Nadador (2022). Privada de financiamiento, Gabriela filmó las locaciones y esperó “lo que la realidad nos dé”; un bañista real —apodado Bronstein— ocupó el plano y dio un giro imprevisto al sentido de la película. En cada caso la cámara funciona como microscopio: registra detalles que sólo emergen cuando el creador se corre del centro y permite que el mundo actúe.

Azar: la tercera dimensión del cine

Labarthe enseñaba que el cine respira en tiempo, espacio y azar. Guillermo asume esta tríada con dos actitudes complementarias: la espera paciente y el acecho del acontecimiento. En sus rodajes la realidad se convierte en co‑autora: el pulso del candombe redefine la estructura de Mais um carnaval, y los documentos desclasificados dictan el montaje de Una bala para el Che (2012). El azar deja de ser contratiempo y se vuelve fuente de sentido.

Ese gesto dialoga con la tradición documental latinoamericana —de Santiago Álvarez a Eduardo Coutinho— donde la puesta en escena se abre al hallazgo y a la irrupción política del presente. Guillermo, sin embargo, añade un método casi científico: observa la escena como antigua bióloga, identifica variables y solo entonces libera la cámara para que capture la variación inesperada. El resultado son películas que parecen “encontradas” más que “filmadas”, pero cuyo montaje vuelve legible la tensión entre lo planeado y lo fortuito, entre el autor y el mundo.

Memoria: política del recuerdo

Para Guillermo, filmar es un acto de custodia: “El cine sirve para que no olvidemos esa historia, para traerla al presente”. Esa vocación se manifiesta en dos vertientes. La primera es histórica‑política. Una bala para el Che reabre un atentado silenciado de 1961 y confronta la impunidad con archivos reales integrados a la ficción. Nosotros, los de entonces… (2008) rescata la gesta estudiantil que forjó la autonomía universitaria, combinando testimonios y material de época.

La segunda vertiente es afectiva‑personal. Historia de invierno (2022) convierte las cartas entre Guillermo y Labarthe en un documental epistolar que inmortaliza la figura del maestro. Incluso en la ficción intimista Historia de otoño (2021) los objetos embalados de una mudanza activan flashes de recuerdo y representan la biografía emocional de su protagonista.

Ocho puertas de entrada

RetinaLatina reúne hoy ocho películas que permiten recorrer esta constelación temática:

En su ensayo autobiográfico «Sobre el cine que hago», Gabriela Guillermo anota que la cámara «espera la aparición de lo imprevisto y lo recibe como parte del relato». Esa idea condensa el tríptico que recorre toda su obra: observar con paciencia, dejar entrar el azar y guardar memoria de lo vivido. Sus películas —de Fan a El Nadador— son cuadernos de campo: recogen conversaciones callejeras, sonidos de archivo y gestos involuntarios que la cámara captura mientras Gabriela acompaña a sus personajes.

Quienes deseen profundizar en su método pueden ver la entrevista completa con la directora en el canal de YouTube de RetinaLatina. Y, por supuesto, las ocho obras disponibles gratuitamente en RetinaLatina son la mejor forma de sumergirse en la mirada inquieta de una cineasta que se detiene ante lo inesperado y nos invita a descubrirlo con ella.

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