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Este pueblo necesita un muerto, de Ana Cristina Monroy

3

Mar
2016

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Los títulos iniciales predisponen a un periplo antropológico y teológico. Ahí se habla de diversos ritos, de esos que intentan descifrar en su ancestral repetición qué sucede después de que los hombres cierran sus ojos para siempre. El film de Monroy no traicionará esa premisa inicial, ya que habrá un par de pasajes en los que se bailará y cantará junto a los muertos; en varias ocasiones, una hermosa mujer aparecerá interpretando salmos característicos del alabao en una piragua, recurrente escena que es lo más hermoso que depara el film. Pero la religión cristiana y su liturgia, aquí destinada a perder sus típicos rasgos asociados a la prepotencia europea, cumple aquí un rol de contrapunto que determina el dilema del protagonista excluyente: Stefany Martínez Ibargüen nació como Emilio, y a su condición de homosexual no le bastó con permanecer como hombre que desea a otros hombres. En efecto, como su nuevo nombre lo sugiere, el travestismo fue su elección definitiva, una forma de existencia que no parece estar en consonancia con la fe de Stefany, cuyo afán por hallar una justificación teológica de su deseo es el núcleo dramático del film de Monroy. La perplejidad de la realizadora frente a su amable y complejo personaje es inversamente proporcional a los intentos programáticos por contextualizar la historia de la travesti: varias panorámicas sobre la región de Condoto Chocó y otros planos generales del pueblo en diversas tareas cotidianas, los testimonios de la madre y un hermano de Stefany, más las confesiones a cámara y en primerísimos planos de la protagonista, intentan dilucidar las creencias, y el origen social de éstas, que sostienen una identidad simbólica. A veces el retrato se inclina a seguir y traducir directamente el razonamiento del personaje, que delinea para sí una fantasía en la que se erige sin decirlo del todo en un mártir, dispuesto a entregarse tanto a la misericordia infinita de Dios como a su desaprobación eterna. Stefany tiene claro que el Altísimo no quiere maricas en la tierra, pero por otro lado nada de su mundo lo desmiente como un feligrés ejemplar y digno del amor de su Dios. Monroy prioriza primerísimos planos cuando ausculta a su personaje, y prefiere planos abiertos para situarlo; esa es la dialéctica continua del retrato. El registro es entonces extremo pero no exaltado, ostensible en su cambio radical en el punto de vista, el cual no es del todo legible y pertinente respecto del objetivo principal que el film persigue: entender a su personaje. Película amorosa y extraña, empezando por el propio título, Este pueblo necesita un muerto. Hay que decir que la vitalidad de Stefany no es justamente la de un occiso potencial (como se sugiere en un plano inicial), y aunque la elegante mujer diga en cierto momento que es capaz de entablar conversaciones con los espectros, el film no es otra cosa que un diario confesional de una mujer que simplemente quiere vivir su vida. Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

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