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Entrevista a Kico Márquez, director de «Niños de cine»

12

Oct
2017

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Niños de cine, el documental del director Kico Márquez relata después de treinta años, a través de los testimonios de alumnos y profesores e imágenes de archivo de la época, la experiencia del curso de cine para niños organizado en 1981 por la Cinemateca Uruguaya. Este proceso formativo que se gestó en plena dictadura, constituyó una forma de resistencia cultural en el Uruguay, permitió a través del cine y la educación, encontrar espacios alternativos para la creación, la libertad, la expresión y la formación de conciencia crítica. Retina Latina: Cuéntanos cómo fue el proceso de concepción del documental y por qué decidiste hacerlo más de treinta años después de que se dio la experiencia con el curso de cine para niños ofrecido en la Cinemateca Uruguaya Kico Márquez: Luego de tantos años, empecé a descubrir que en el medio profesional del cine en el Uruguay había mucha gente que, de niños, habían pasado por aquel curso. Me surgieron entonces varias preguntas: ¿tenían ya una vocación a tan temprana edad (8 a 12 años)?, ¿el curso despertó esas vocaciones?, ¿qué cosas sentían que les había aportado ese curso?, ¿cómo recordaban aquella experiencia?. Por otro lado fui descubriendo que incluso, muchos que estaban trabajando juntos o mantenían contactos profesionales, no sabían que de niños habían sido compañeros en aquel curso. R.L.: Si bien el documental no es sobre la dictadura en el Uruguay, esta situación política es un contexto ineludible para comprender la necesidad de crear un espacio de resistencia cultural. ¿Cómo gestionaban ustedes esa tensión política, con su objetivo de incentivar la creación, la libertad de expresión y pensamiento, en los niños y adolescentes a través del cine? K.M.: Es cierto que la situación política determinó, en gran medida, el surgimiento de esa experiencia al igual que otras que se dieron en ese momento y no en otro. Como jóvenes que éramos, nos planteábamos qué cosas podíamos hacer dentro de los estrechos márgenes “tolerados” para aportar a la lucha por la vuelta a la democracia. Y estábamos convencidos que el fomentar el espíritu crítico en niños y adolescentes era una tarea urgente y fundamental. Así como el crear espacios de libertad para la creación. R.L.: En términos creativos y formales, ¿qué orientó las decisiones en el uso de imágenes de archivo y de registro del proceso mismo de realización de la película como claves narrativas y estructurales de la obra, sumadas al aspecto testimonial de los alumnos y profesores que participaron? K.M.: Desde el principio nos planteamos que sería una película sobre cine, por lo que debía ser un juego en cuanto a su estructura, donde el espectador se sumergiera en esa historia para, cada tanto, salir de ella y tomar conciencia que estaba viendo una película. Por otro lado, tanto el realizador como el sonidista que luego fue el montajista, habíamos participado como docentes en ese curso, por lo que los entrevistados nos hablaban directamente a nosotros y hacían referencia a nuestro rol en aquel momento. Esto hacía inevitable que contáramos la historia “desde adentro”. R.L.: Algunos profesores y alumnos mencionan en sus testimonios que el alcance del curso de cine estaba más allá de generar competencias específicas para acercarse al lenguaje cinematográfico. ¿Cómo fue la concepción metodológica del curso para incorporar una educación más amplia, en el desarrollo de capacidades críticas y de reflexión como individuos? K.M.: Tiene que ver con el objetivo del curso que está muy bien planteado por uno de los entrevistados cuando dice “buscaba formar personas”. En el sentido más humanista: personas críticas, reflexivas y creativas. Y utilizábamos para ello el lenguaje cinematográfico porque considerábamos que era el medio más adecuado para lograr esos fines. Entre otras cosas porque era el medio que esos niños y adolescentes más consumían, con el que estaban más familiarizados. R.L.: La metodología usada por ustedes respondía a una dinámica de aprender sobre las imágenes, creando imágenes e historias.  ¿Cuál es tu valoración de este tipo de acercamientos al cine y a la educación, respecto a otros más centrados únicamente en la recepción? K.M.: Si buscábamos hacerlos conscientes del manejo  que a través del lenguaje cinematográfico se puede hacer de la realidad, el único camino era dándoles las herramientas para que ellos mismos crearan sus historias y de esa forma entendieran que también ellos podían  mostrar “su realidad”, su visión del mundo. Los movimientos educativos de principios del siglo XX (escuela nueva, enseñanza activa, nueva educación) cuestionan la enseñanza tradicional y, en contraposición, plantean una educación práctica, vital, participativa, democrática, colaborativa, activa y motivadora. Esa pedagogía tuvo, en el Uruguay  de los 60 y 70 del siglo XX,  grandes exponentes. Esas experiencias fueron desmanteladas durante la dictadura. Y esa fue la metodología que inspiró aquel curso de cine para niños y adolescentes. R.L.: Actualmente, se ha reactivado una preocupación en el sector del cine, sobre la importancia de generar audiencias y formar audiencias infantiles y juveniles para que se acerquen a la producción cinematográfica y audiovisual latinoamericana. ¿Cuál es tu mirada sobre la relevancia del cine no solo para formar en cine sino para educar de manera más amplia? K.M.: Hoy más que nunca el cine debe ser una herramientas fundamental a nivel educativo. Simplemente porque hoy como nunca en la historia el cine, en su concepción más amplia, es parte fundamental de nuestra vida. Nuestras creencias, nuestras convicciones y nuestro conocimiento del mundo se apoya, en gran medida, en las imágenes y los sonidos que consumimos. O sea que el hecho audiovisual adquiere una enorme importancia en nuestro desarrollo intelectual y emocional. Es fundamental la difusión de cine latinoamericano en Latinoamérica porque es la forma de que nuestra visión del mundo esté en concordancia con nuestra realidad, nuestras inquietudes y nuestras aspiraciones. R.L.: Finalmente, ¿Cuál sería tu reflexión sobre aprovechar las condiciones actuales de democratización en el acceso y producción de las imágenes, para estructurar espacios educativos de calidad para los niños y jóvenes latinoamericanos? K.M.: Debemos promover la reflexión acerca de la eficacia del lenguaje audiovisual en la generación de conciencia social y política. En esto los docentes cumplen un rol fundamental y a ellos deben apuntar fundamentalmente nuestros esfuerzos. La actual democratización del medio en cuanto al acceso, no se ve reflejada en el consumo. Respecto a la producción latinoamericana generalmente ignoramos la búsqueda que en otras regiones se realizan de lenguajes y temáticas propias. La colonización cultural a la cual nos hemos visto sometidos durante tanto tiempo ha logrado que, al momento de crear, estemos reproduciendo el lenguaje que hemos consumido desde niños. Por eso es primordial el trabajo en esa primera etapa. Generar conciencia, promover la reflexión y dotar de las herramientas necesarias que faciliten la búsqueda y la experimentación en torno a un lenguaje audiovisual propio adecuado al tratamiento de nuestras inquietudes.  
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