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Entrevista a Álvaro Anguita, director de Las cosas simples

11

May
2017

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Las cosas simples es un film de apariencia sencilla. Su tema elegido,  es el de la identidad y su contingencia frente al paso del tiempo, sin embargo, no lo es. El mudo dolor de una hija frente a su madre que ya no la reconoce es lo que pone en marcha un relato que tiene suspenso y sorpresas. Retina Latina dialogó con su director, Álvaro Anguita, ganador del premio principal en la edición 2016 del Festival de Clermont Ferrand -uno de los más importantes del cortometraje-, por este trabajo. Otros Cines: la dedicación a su tía permite sospechar que la película tiene algún elemento biográfico. De todos modos, ¿cómo fue concebida Las cosas simples?  Álvaro Anguita: En realidad nació de una anécdota. Un día un hombre, aparentemente sin memoria ni recuerdos de sus orígenes, apareció en la oficina del registro civil en Machalí, el pueblo donde crecí. Tal como Ulises, en el corto.  Otros Cines: ¿Por qué eligió una relación filial, la de una madre y su hija? A.G.: Me interesa mucho explorar las relaciones íntimas. Sus entornos y dinámicas, ahí donde nadie puede entrar. Y también porque de alguna forma a todos nos puede llegar ver ese tipo de relación en algún grado. O.C.: Usted trabaja con dos estrellas y un desconocido: Catalina Saavedra por un lado, como la hija, por el otro Anita Reeves como la madre, y el ignoto Carlos Montero, como el fugitivo. ¿Los eligió por alguna razón? A.G.: El rol protagónico lo escribí pensando en la Cata. Y ella, gran actriz, completó el personaje fabulosamente en el momento de interpretarlo. Fue la primera en sumarse al proyecto. Sabíamos de la buena relación que tenía con Anita (y de la gran dupla que hicieron en La Nana, de Sebastián Silva, años atrás) y eso fue muy cautivante para la producción. Y el caso de Carlos es especial. Él no es actor (solamente algunas participaciones en teatro de obras que él mismo escribe) y esta fue su primera actuación frente a cámara y con dos monstruos de actrices chilenas. El hecho de que fuese un perfecto desconocido generó un gran misterio en torno al personaje que me encantó. O.C.: Hay decisiones precisas de puesta en escena. Los planos en contrapicado para observar a Pipita fumando en el atardecer, la manera elegida para registrar al presunto fugitivo con Pipita interactuando en la plaza. ¿Son decisiones fortuitas o responden a una elección consciente? A.G.: En la ficción se goza del provecho de controlar el cuadro para que este narre. En el cine se tiene la opción de hacer del cuadro la mínima expresión narrativa de la obra. Entonces sí, todo narra. O.C.: Otra decisión reside en prescindir de la música, excepto en la secuencia inicial de títulos. Un film como el suyo, debido al tema elegido, suele recurrir al apoyo musical como forma de afirmar la intensidad emotiva de sus escenas. ¿Cómo piensa usted el discreto uso de la música en su película? A.G.: Fue una decisión. No gusto de ese tipo de abusos y creo que me siento más cómodo con este otro tipo de estética. O.C.: ¿Ya tiene algún proyecto nuevo? A.G.:Con Pablo Calisto (el productor) y la productora Equeco estamos desarrollando desde hace un tiempo mi primer largometraje, Los vasos rotos. En diciembre participamos en Nuevas Miradas, un laboratorio cubano, desde donde nos trajimos muchos y muy buenos aprendizajes. Estamos esforzándonos mucho en escribir un gran guion, y hasta que eso no esté resuelto no pensamos en el rodaje. También tengo otras historias que me gustaría contar, es una inquietud constante. O.C.:  ¿Cómo ve el cine chileno contemporáneo y con qué tradición se identifica usted? A.G.: Estamos en un gran momento, histórico. Lo bello es que la mayoría no estamos bajo tradiciones o banderas; al contrario, es un momento prolífico donde la riqueza está en la diversidad. Se está realizando un gran número de películas y todas de distinta índole, de distinto estilo. Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

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