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En lo escondido, de Nicolás Rincón Gille

2

Mar
2017

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En 2007  Nicolás Rincón Gille inició con En lo escondido la trilogía Campo hablado, un conjunto de miradas a distintos campesinos colombianos con eje en sus experiencias íntimas, sus penurias cotidianas, la fuerza de las tradiciones que se comparten de generación en generación a través de la narración oral y la forma en que la violencia política afectó sus vidas. En ese sentido, En lo escondido comparte con la tercer entrega, Noche herida, el protagonismo excluyente de un fascinante personaje femenino (la segunda parte, Los abrazos del río, tiene una estructura más coral y una fuerte presencia masculina). En lo escondido se acerca con total confianza e intimidad (y al mismo tiempo con enorme pudor) a la dura existencia de Carmen Muñoz, una veterana mujer y madre de siete hijos que no sólo ha sufrido en carne propia la crudeza del conflicto armado sino también la de la violencia de género. Entre el cine etnográfico de Jean Rouch y un registro visual y hasta lírico que remite a la filmografía del portugués Pedro Costa, Rincón Gille va trabajando diversas capas de imágenes (la presencia de la naturaleza salvaje es muy fuerte) y de sonidos para construir un vistoso collage, mientras la voz de Carmen nos expone sus anécdotas mundanas, pero también ciertos elementos sobrenaturales o casi de corte fantástico. Es que Carmen tiene algo de bruja. No de aquellas con nariz, verruga y escoba como en los cuentos de hadas sino de mujeres con ciertos poderes especiales. Ella dice haber sido tentada de joven por fuerzas diabólicas que le ofrecían los medios suficientes como para sortear la pobreza y, pese a sus resistencias, le ha quedado la capacidad de predecir cosas. Esa facilidad le ha permitido anticiparse a ciertas desgracias de su vida, aunque no ha podido detener la violencia machista que la tuvo como una de sus múltiples víctimas. La película nos permite descubrir su lucha por recuperar su finca, la lejanía de sus seres queridos (Rincón Gille construye una escena significativa en la que ella muestra imágenes de sus hijos y de la tijera con que cortó el cordón umbilical en los sucesivos partos) y los diferentes elementos mágicos que en su caso no son otra cosa que un espacio de resistencia para trascender su sino trágico. Así, lo que podía haber caído en otro testimonio desgarrador sobre la marginación se convierte en este caso en un bello relato lleno de dolor, sí, pero también de integridad, lucha y dignidad. Por Diego Batlle, de OtrosCines.com, para Retina Latina

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