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cine independiente

Perfil de festivales de cine: Transcinema (Perú)

mayo 13, 2016 by Retina Latina Dejar un comentario

El panorama de los festivales en Perú ha cambiado radicalmente en los últimos años, con la aparición de varios pequeños pero novedosos eventos que buscan entregar al público de ese país acceso a un cine que no llegaría de otra manera a sus pantallas. Con tres ediciones consecutivas realizadas desde 2013, Transcinema es uno de estos nuevos eventos con sede en Lima. Dirigido por John Campos Gómez, presenta alrededor de 100 películas -entre cortos, medios y largometrajes, no hay distinción de categorías aquí- para más de 5.000 espectadores por edición que se reparten en las cinco salas de exhibición que tiene la muestra que se caracteriza como de “no-ficción”..

“El festival se gesta en agosto de 2012 -cuenta Campos Gómez-. En un inicio, como entusiasta idea de un grupo de profesionales del cine (críticos, realizadores y productores) que no veía en las pantallas limeñas el cine que más los estimulaba. Estaba casi todo por hacerse por lo que decidimos dar el paso de gestionar un nuevo festival de contenido más radical sin saber qué sucedería. Desde el concepto, decidimos no utilizar el término “documental” porque en Perú está relacionado con el de características reporteriles, sociales y televisivas. Era necesario proponer el término «no-ficción» para abrir el debate. ¿La no-ficción a qué se refiere exactamente? Lo bueno es que no se refiere a nada con exactitud sino que amplía su entendimiento a todo cine no canónico, que transita las estéticas del documental, la ficción, el cine experimental o simplemente ofrece una propuesta con un lenguaje completamente autónomo. Un cine que se sacude de cualquier saco de contención.”

Transcinema cargó desde su inicio con el mote de dedicarse al “cine raro” y ahora se lo vincula con “lo político”, explica su director, para quien esas definiciones no reflejan el espíritu del festival. “Si bien nuestra selección oficial está dedicada al cine de no-ficción, nuestro programa es generalista y cada sección tiene su propio peso y personalidad-. Intentamos que no haya secciones periféricas sino que todas tengan material atractivo pasible a ser programado en el horario estelar de la sede principal. Intentamos hacer el festival más horizontal posible.”

Es un festival que, en cierto sentido, se hermana con otros de Latinoamérica. “Admiramos mucho las propuestas del BAFICI, FICValdivia, FICUNAM y algunas secciones de Mar del Plata -agrega-. Son todos eventos más grandes y reconocidos que el nuestro con quienes hemos entablado una rápida relación de afinidad de criterios. Estructuramos nuestros eventos de distinta manera, pero estamos en la misma búsqueda de celebrar un cine audaz, radical, auténtico y crítico. De todos modos, creo que no nos parecemos a ningún otro festival en Latinoamérica”.

¿Qué tiene que tener una película para ser material de Transcinema? Campos Gómez lo expresa claramente. “Más que a «lo nuevo», que se suele relacionar con la novedad, lo reciente, nos abocamos a buscar películas que se rebelen a los anquilosamientos formales y temáticos. Para ello, tenemos dos criterios fundamentales: experimentación con el lenguaje y desacomodo formal, por un lado, y que logren generar empatía con el espectador a través de una anécdota potente, por la irreverencia de un personaje o mediante un abordaje original que se rebele a cualquier atisbo de solemnidad.”

Transcinema se presenta como una vidriera hacia otro tipo de cine en Perú, en medio de un panorama que está mutando en los últimos años. “El cine peruano está pasando un momento particular -analiza-. Ahora se distinguen distintos tipos de cine en cuanto a su producción: el muy comercial, el que se realiza con fondos públicos, el cine de autor de baja intensidad dramática, el de género realizado en el interior del país, el de guerrilla que rehuye a los temas importantes, los cortometrajes-ejercicios de jóvenes realizadores y, en menor medida, el universitario o de escuelas. Se está comenzando a ver hacia adentro y no tanto al gran panorama festivalero internacional, lo cual me parece muy bueno y auténtico. Es un cine que comienza a hablar de su propio contexto, a diferencia de mucho del cine argentino, brasileño, mexicano, chileno y colombiano que siente la imperiosa necesidad de la validación europea. Creo que un cine autóctono, libre de sellos for export, no tiene por qué contradecir la idea de universalidad.”

Pensando en el futuro de Transcinema, analiza que “si tuviéramos un millón de dólares por edición, invitaríamos a todos los directores, los alojaríamos en un hotel 5 estrellas, les daríamos de comer de lujo y nuestro equipo cobraría muy bien. Nuestro criterio no se supedita al presupuesto, no obstante sí es fundamental estar cómodos en lo logístico para poder trabajar sin tantos contratiempos. De crecer, nos gustaría que fuese de esa manera. Y para que eso suceda debemos consolidar el sostenimiento económico del festival, gran reto para cualquier proyecto independiente que no negocia sus contenidos con intereses de terceros. Transcinema es principalmente un manifiesto político que se expresa a través de un grupo de películas incómodas y estimulantes. Nuestro público lo entiende así y nos acompaña cada vez más.”

Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Noticias Etiquetado con:2007, cine independiente, festivales de cine, Lima, Perú

BAFICI 2016: Los independientes del sur

mayo 13, 2016 by Retina Latina Dejar un comentario

Para el cine latinoamericano este no fue un BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) como otros. La 18ª edición llegó con novedades y sorpresas, la más destacada fue la creación de una nueva competencia para películas latinoamericanas. ¿Por qué un festival como el BAFICI decide crear un nuevo espacio competitivo?

En principio, la clave pasa por pensar el término independiente y tratar de aplicar el adjetivo con precisión y suspicacia. La gran intuición del director artístico Javier Porta Fouz y sus programadores fue haber identificado un problema: lo que llamamos cine independiente en Argentina, Brasil, Uruguay, Colombia y otros países de la región es cine dependiente de unas cuantas factorías de ayuda a la producción que vienen en cierta medida moldeando las películas latinoamericanas.

¿Quién puede refutar el parecido formal en la mayoría de las películas latinoamericanas? ¿Quién puede negar la evidencia de un cine que vuelve a probar la vetusta fórmula de la pornomiseria, ahora más sofisticada que antaño, casi metafísica? La violencia se ha convertido en una estética, como su inversión flagrante: la bondad de los hombres de la América profunda luce resplandeciente y es todo un tópico de nuestros cineastas.

Contra ese canon de la crueldad del cine latinoamericano, el BAFICI demostró tener buenos reflejos y plantear así una disputa necesaria: ¿Qué significa hoy el cine independiente en la región? Tal vez signifique contradecir una lógica representacional que suele ser incitada en las usinas europeas de financiación y que reproduce un cine adocenado, poco imaginativo y poco vital, que es el que más pasea por festivales y que luego es legitimado por una crítica de cine demasiado asociada a esos mismos festivales.

Inmortal, de Homer Etminani
Inmortal, de Homer Etminani

Según cuentan los propios programadores del BAFICI, la intuición llegó tarde y tuvo que ver con el descubrimiento de una película que resultó ser una indesmentible singularidad: Inmortal, de Homer Etminani. Esta película colombiana -que había pasado inadvertida en las convocatorias de los festivales grandes y terminó ganando el premio principal-, fue el origen de este bienvenido gesto. En efecto, el BAFICI reconoció de inmediato el valor estético y político del film, y así vio la oportunidad de hacer una apuesta. La competencia nació entonces de una prueba empírica de que existía otro cine independiente, muy distinto del llamado cine latinoamericano (global).

De las diez películas de esa nueva competencia, Inmortal brillaba por su rigor formal y pertinencia conceptual. Película antidogmática, ya que cambia sus procedimientos formales cuando lo que sucede en el film lo requiere, fue rodada por un director nacido en Teherán,  que elige acompañar a dos personajes para indagar indirectamente sobre la naturalización de la muerte en la vida cotidiana de los habitantes de un pueblo costero colombiano. Los muertos llegan a la costa empujados por la corriente de un río cercano que desemboca en el mar. A veces los cadáveres llegan a la costa, aunque no siempre porque los tiburones pueden intervenir en el destino de los cuerpos. ¿De dónde provienen esos hombres sin vida? De la selva, donde parte de la sociedad colombiana se enfrenta con armas, un grado cero de política que tiene consecuencias fatales.

Etminani sigue pacientemente a Cosme, un bañero que suele recoger los cuerpos de la playa, y también a Hellens, una joven que deja su pueblo natal para ir a buscar el cuerpo de su enamorado que tal vez fue arrastrado por ese río. La muerte está presente de principio a fin, o más bien, los muertos están fantasmática y materialmente con los vivos. El registro es insólitamente poético, y la capacidad para conjurar la sordidez, dado el contexto, es notable. Hay escenas inolvidables. El rostro de Cosme en primer plano y sus collares; los ojos de Hellens reflejando la luz de la luna mientras duerme en un cuarto sola y a oscuras en su eterno periplo rumbo a su marido.

En esta misma sección el premio a la mejor dirección fue para Las calles, de la joven directora cordobesa María Aparicio. Puerto Pirámides es un pueblo fundado a principios del siglo XX. La reconstrucción ficcional de un proyecto concebido en una escuela unos años atrás para nombrar las calles de esa localidad patagónica le permite a Aparicio registrar retrospectivamente los procedimientos discursivos (y orales) con los que se escribe la Historia. Los pobladores ofrecen sus testimonios a los alumnos para identificar las posibles designaciones, y así se descubren singulares relatos migratorios en consonancia con varios capítulos de la historia argentina, además del espinoso esfuerzo de adaptación a una economía ligada al mar.

La gran virtud (humanista) de la película estriba en saber filmar la interacción multigeneracional, razón por la que resulta irrelevante distinguir en este retrato comunal las poéticas propias de la ficción o el documental.

Es pertinente destacar que la peruana Rosa Chumbe, de Jonatan Relayze, obtuvo una mención especial en la Competencia Internacional y su actriz protagónica, Liliana Trujillo, se llevó el Premio a Mejor Actriz. El drama familiar de Relayze, tal vez está más a tono con el cine latinoamericano que suele viajar por todos los festivales de cine, pero no participa de la renacida pornomiseria que parece colonizar el cine de muchos cineastas de nuestro continente.

La larga noche de Francisco Sanctis
La larga noche de Francisco Sanctis

El cine argentino, por su parte, se quedó por primera vez en los 18 años de historia del BAFICI con los galardones principales de la Competencia Internacional: Mejor Película y Actor para La larga noche de Francisco Sanctis y el Premio Especial del Jurado para La noche. Esta vez sí los realizadores locales fueron profetas en su tierra.

Por Roger Koza, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Noticias Etiquetado con:cine independiente, cine lationamericano, Festivales, Francisco Sanctis, Homer Etminani, Inmortal, Jonatan Relayze, La larga noche, Las Calles, María Aparicio, pornomiseria, Rosa Chumbe

A estas alturas de la vida, de Manuel Calisto y Alex Cisneros

abril 8, 2016 by Retina Latina Dejar un comentario

La película dirigida, escrita y protagonizada por Alex Cisneros y Manuel Calisto, dos actores ecuatorianos que debutaron detrás de cámaras, tiene todos los rasgos clásicos del cine independiente urbano y de bajo presupuesto. Comedia amarga, cínica y dramática por momentos, irónica en otros, se desarrolla la mayor parte del tiempo en una terraza en la que estos dos amigos, un tanto slackers, dialogan, monologan, conocen a una chica y van exponiendo sus dificultades respecto al trabajo mientras pasan buena parte de su tiempo observando, «hitchcockianamente», las vidas de sus vecinos.

La melancolía del film se hace más evidente cuando uno se entera de que Calisto fue asesinado en la vida real poco después de terminado el rodaje, en 2011, y mucho antes de su estreno. La amargura que dejan entrever las observaciones que ambos hacen (especialmente en un monólogo poderoso y muy nihilista cerca del final) cobra así un valor aún más potente. Pese a la amargura que la sobrevuela de principio a fin, algunos toques de comedia le dan cierto aire y liviandad, lo mismo que la sensación de que, más allá del aparente rechazo que tienen por el “mundo real”, la amistad entre ambos es lo suficientemente fuerte como para atravesar ese marginación. Es el sostén que les permite, al menos en la ficción, seguir viviendo.

Por Diego Lerer, de OtrosCines.com, para Retina Latina

Archivado en:Reseña Etiquetado con:Amargura, cine independiente, Melancolía, Monólogo, Vecinos, Vidas urbanas

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